Resalta el caso del INEM, donde varios músicos
graduados de ese masivo colegio destacan el universo
y el contacto con todo tipo de grupos y de compañeros
como si se tratara de un microcosmos.
Hay que anotar también que una o dos anécdotas
reflejan a alguna Institución Educativa oponiéndose
al camino musical de sus estudiantes, por ejemplo,
manipulando un festival para que sonara sólo cierto
tipo de música o desautorizando el préstamo de
salones para ensayos musicales.
Lo cierto es que para el tipo de propuestas musicales
que estamos viendo, donde la música suele ser un
ejercicio más o menos gregario para un solista –como
sucede con el Hip–Hop con pistas, montaje y Dj– e
intensamente colectivo para una agrupación, las
limitaciones de socialización pueden ser definitivas.
Como vimos en un capítulo pasado, el acceso a
parques, al espacio público, el terreno libre para la
expresión, ha sido definitivo en la historia de la música
de esta ciudad.
El obstáculo del espacio también puede explicar
agrupaciones que sólo se quedaron en ideas:
parques en la ciudad y esquinas en los barrios
donde jóvenes y adolescentes son expulsados por
policías por mera sospecha o porque algún vecino
se resintió de la bulla o atestiguó el consumo de
mariguana o alcohol (o se la imaginó).
El colegio puede ser una incubadora –crucial al
proporcionar un público provisional y bastante
artificial– y el vecindario ofrece historias complejas
y menos predecibles para la inic