Ruido.pdf Oct. 2014 | Page 145

E l carácter de Medellín es el de su geografía bordera, empinada, encerrada en ella misma, que parece invitar a la dureza del que abre y llega sin preguntar; es el del morro que se pela o hasta se incendia para poder caber, pero también el de la abundancia de quebradas que se subdividen y dan un andar como a brincos; el mismo de escaleras remolinadas y atajos, tantos sin sentido. Es una ciudad con una vocación adicional de mercado, donde casi todo se vende y se compra y, por tanto, una ciudad de cambalacheros, ruidosa y altisonante, en la que se instaló una gran violencia que se combinó con los nuevos negociantes que fueron los narcotraficantes. Los negocios del narcotráfico encontraron un montón de pelados que querían celebrar su desconexión con la ciudad y que querían un vínculo, una función, aunque fuera para encontrar la muerte y –en sus delirios– no ser ignorados. Ese nervio bravo de Medellín es muy atrevido y muy expresivo. Medellín encierra un código que produce y premia lo altisonante, crea una urgencia por hacerse saber, darse a conocer, y hace urgente la acción, a veces irreflexiva, en muchas otras ocasiones creativa. Foto: Anderson IV tiempos 145