mayor. En los momentos en que la Filarmónica ha
estado en crisis, se nota que el trato que ha recibido
por parte de nuestros dirigentes la música (que no está
fuertemente ligada al entretenimiento y lo popular)
es el de un componente accesorio de una gran lista de
cosas con las que se ve bien que cuente una ciudad.
Ha sido por muchos momentos la lógica de no perder
cierta ritualidad y mantener cierta diversidad en las
expresiones, pero no el propósito decidido de apostar
a que algo se destaque al punto de volverse un arte
urgente y sin fronteras.
En todo caso, es importante resaltar un peso fácil
de adivinar que ha tenido, en casi la mitad de los
músicos entrevistados, el Festival Altavoz y –menos
popularizado frente a los que no viven en la música– la
Red de Escuelas de Música, donde aproximadamente
cada tres agrupaciones tiene uno de sus músicos que ha
disfrutado de la formación que allí se ofrece.
Los aciertos, sin duda, han tenido que ver con la
apertura de espacios y la generación de herramientas.
Todos los festivales que han sido apoyados (sobre
todo los que no fueron pensados por la Alcaldía) y los
procesos de formación sinceros que no están al servicio
de una noticia han sido definitivos en esta realidad
musical de la ciudad.
123