Ruido.pdf Oct. 2014 | Page 12

Introducción Pero en las décadas del sesenta y el setenta volvían a z aparecer músicas diferentes. Esta vez, una rara escena de Rock emergía. En cierto modo eran unos sonidos influenciados por Mayo del 68 y el movimiento Hippie mundial, pero en Medellín tenían sus particularidades. Algo de Nadaísmo y movimientos juveniles locales, junto a rasgadas guitarras y desafinadas baterías daban inicio a esas agrupaciones de Rock ‘n’ Roll de los setenta. Ancón en 1971, clubes de la ciudad y uno que otro concierto fueron la mayor expresión de estos sonidos entonces. Pero los ruidos no desaparecerían: la ciudad tenía bastantes problemas con ellos y desde muchos frentes recibía sus ataques. Desde la iglesia hasta el alcalde tenían que ver con el tema. Mala suerte para las instituciones de Medellín: el fenómeno no desaparecería; al final de la década de los setenta el ruido se incrementaría, atomizaría y se haría cada vez más incontrolable. Terrazas, esquinas, canchas de arena, placas polideportivas, garajes, serían los lugares donde aparecía lo que para entonces llamaban “Rock pesado”. Lo alternativo sólo es una posición coyuntural en un contexto específico. Entre ciclos y tiempos, va cambiando según las posiciones predominantes en una u otra práctica o discurso. Hoy en la ciudad priman en medios y plataformas las músicas tropicales; a algunas les dicen “propias” o “sonidos autóctonos”, pero en Medellín estas músicas tambi én fueron alternativas, al punto en el que eran condenadas por llevar al cuerpo más allá de las “buenas costumbres” dentro de la ciudad-parroquia. Con el inicio de la pujante industria musical en varias ciudades del país estas músicas condenadas fueron “esterilizadas”, “limpiando los sonidos de provincia”, ganando un lugar importante en la industria local e internacional bajo la categoría “World Music”. Lo alternativo devenía hegemónico bajo la curaduría de la industria, que suavizaba y empaquetaba estos sonidos. 12 En menos de media década Medellín tendría un abanico de ruidos emergentes. Por un lado de la ciudad, en el sur, en barrios de mejores condiciones económicas, aparecían bandas de algo parecido al Heavy Metal. Con mejores equipos e instrumentos empezaban a inundar la ciudad de sonidos que sólo se conocían por los escasos discos que llegaban a Medellín. Al otro lado, en el nororiente y el noroccidente, algo extraño empezaba a cocinarse. No había instrumentos más allá de una guitarra acústica heredada y sin algunas cuerdas, pero los discos que entraban por alguna parte de la ciudad comenzaban a dar vueltas en casetes que se copiaban hasta que el sonido iba desapareciendo, haciéndose diferente, distorsionándose. De tales cintas fueron emergiendo sonidos diferentes: ya no era el Rock ‘n’ Roll sesentero con voces melódicas y líneas armoniosas; más bien surgían gritos, guitarras a punto de reventar y percusiones improvisadas. Primero fue el Metal, con el Heavy y el Black. Agrupaciones de Medellín que traspasarían fronteras impensables con esas tendencias musicales. No era un plan de negocios, ni una idea de industria; quizás pudo haber sido un accidente, pero en pocos años se estaba hablando del Metal de Medellín (lo que con el tiempo sería llamado el Metal Medallo) como algo distinto. Voces de Europa, y específicamente de