‘Darkkil’ siente la necesidad de hacer una crítica a los
poderes instaurados, pero saben que difícilmente ese
mensaje les llegue a los que ellos cuestionan y ahí se
reconcilian con lo técnico para lograr un lugar frente a
los oídos de metaleros, pero también con una tradición
que se vuelve en una auténtica versión de Medellín.
Si bien en todo músico contracultural vemos
un esfuerzo por diferenciarse de una tradición
preponderante o de una historia oficial, también es el
caso de este grupo una búsqueda por circunscribir su
música en una Medellín y hasta en una (versión de)
música colombiana.
No hablamos de alguna fusión ni mucho menos folclor,
sino una conciencia del Metal de los ochenta de
Medellín que se desahogaba en medio del terror que
en esa época se titulaba con Escobar. Se sueñan como
parte de un renacer de ese sello y género, quieren
evolucionar rápido como músicos pero innovar con
cierta cautela que sienten que les da alimentarse de
“esa poderosa raíz de los ochenta”. La idea de tradición
les da cierta nitidez y limpieza a sus canciones,
cierta consistencia por un relacionamiento con unos
antecedentes musicales.
Es curioso que ellos quieran parecerse a bandas de
Medellín de una época en la que todavía no habían
nacido, en vez de pretenderse como algo de su tiempo o
completamente nuevo.
Dicen que encontraron esa música, fueron más
adelante y se devolvieron, no quedándoles ninguna
duda de la riqueza que habían encontrado, y entonces
ahora están convencidos de que “es importante no
ser una mescolanza”.
Uno, igual forma una banda porque le interesa que lo
sigan, sobre todo que los otros quieran disfrutar mucho
la música de uno, pero dicen que su propuesta “no
es para gustarle a todo el mundo”. No quieren hacer
concesiones de popularidad, creen que en el corto
plazo no van a vivir de la música y no los aflige.
El parche, las ganas de tocar y cantar es lo que
mantiene vivo estos proyectos musicales hasta que
encuentren el difícil nicho que se mueve por fuera de
emisoras y los típicos eventos estatales.
‘Darkkill’ se formó en el colegio cuando dos de sus
integrantes buscaron un vocalista para participar en un
pequeño festival con covers de ‘Metalica’. A pesar de que
el colegio estimuló el proyecto de hacer música como
tal, al momento de la concreción de géneros pesados,
o ininteligibles para algunos, se crearon desacuerdos
con las directivas, que los terminaron dejando por
fuera de una presentación en un bazar, y de ahí, por una
situación de desórdenes menores por parte de varias
agrupaciones, quedar “bajo observación de la Policía”
en el parque La Floresta.
Foto: Karl Desing
Para entender el proceso hay que ir más atrás de la
agrupación y ver cómo se volvieron músicos, primero
por un familiar, luego por la apertura de otros músicos
y finalmente por la búsqueda en internet.
Primero un familiar los animó, les mostró, les dio
ejemplo o los dejó jugar; luego, un músico les dio
acceso en los ensayaderos y el colegio estaba ahí con
clases extracurriculares; y, tercero, con el internet
bajaron los tutoriales, las canciones las partituras y así
fueron montando los ensambles.
“Yo cogí el bajo y no lo sabía tocar, pero igual empecé a
inventar y me fui dando cuenta… me empezó a gustar”
-es como relata El Flaco su visita a una sala de ensayo.
Los primeros recuerdos de Mauricio son a los cuatro
años cuando donde una tía trataba unas ollas como
si fueran percusión, y luego con un tío que le ponía
‘Black Sabbath’ y ‘Survival’. Para Diego, el papá
que toca guitarra ha sido clave en su proceso. Aún
ahora se sienten a aprender canciones de música
colombiana juntos. Se relaciona con la familia a
través de la guitarra.
Hacen música cuando Diego encuentra un riff
(frase musical), entre todos le acomodan la letra
y finalmente le meten la batería de Mauricio para
crear el ritmo. “Cua