Revista UNADiccion Septiembre 2015 | Page 5

A estas alturas iniciaba el verdadero frenesí,

mis dos manos de norte a sur, cuando norte

ya círculos y mallugando tus dunas

como a fruta madura o ya en tu cuello haciendo

una presión gentil, como declarándose propietarias,

cuando sur o jugando en la selva, palpando tu monte

o recorriendo tu vientre y luego tu anverso,

para abrirme más el paso hacia ti, mi espiga

ya no sólo embestía, ahora serpenteaba,

recorría en círculos el interior de tu palacio.

Era entonces que te convertías en guerrera,

y sin aviso derribándome te colocabas

a horcajadas sobre mi: iniciaba tu ataque,

tus caderas bailaban la más bella danza,

en círculos también, tus palmas aprisionaban

mis pechos y tus uñas parecían clavarse en mi carne,

seguías en tu vaivén, en tu danza polinesia;

mientras yo como loco, como poseído con mis manos

forzaba tus caderas a caer estrepitosamente

sobre mi pelvis, ese era mi turno para voltear

los papeles, me convertía en atacante, en

un abrazo mis manos a tu espalda, afianzando

mis dedos en tus hombros, tus piernas

al rededor de mi cintura sin tregua alguna,

tú iniciabas tu grito de guerra y hablabas

en una lengua incomprensible para mi,

yo sólo vivía el momento, pero no decía

palabra alguna, disfrutaba escuchar la única

palabra que comprendía, mi nombre,

seguíamos hasta desbordar nuestro manantial.

Caíamos ambos vencedores, abrazados,

mirando hacia arriba por unos minutos,

luego nos mirábamos y sonreíamos,

bueno tu me sonreías y yo hacía mi mueca,

después de eso venía tu psicoanálisis, poco te

entendía pero me encantaba verte desnuda,

hablándome, con tus lentes ya puestos y el cabello

hecho maraña, tu tratando de arreglarlo,

seguías hablando no sé que tantas cosas raras

que si desórdenes, que si esquizoide,

yo jalaba tu brazo para hacerte caer en la cama

a mi lado y apagar toda esa verborrea con un beso,

eso y lo que nuestros cuerpos hacían era lo único

que yo entendía.

Sé, esta no es fecha para escribir estas cosas

pero tú te apareces en mi día a día, no te busco

pero no dejo de mirarte

me haces falta, el ya no tenerte me ha dolido

quisiera aunque sea escuchar tus análisis,

tus teorías, tu veías un poco en mi interior

sin espanto, sin ser inquisitiva, comprendiendo

y respetando, como una verdadera amiga,

¿Y por que no me enseñaste a olvidar?

a sacar de mi mente cualquier momento

a plena voluntad, o a hacerte presente

de forma menos etérea, para poder poco

a poco deslizar mis dedos por tu rostro

y volver a ver esa bella expresión de niña pícara

que hacías al sonreír mientras poco a poco...

Te desnudabas.

Por: Víctor Hugo

Gutiérrez Macías

5