Revista UNADiccion Octubre 2014 | Page 21

¿Dónde queda tu sentido de aventura? – me preguntó Ya estamos aquí, sigamos adelante animándome a continuar. Una inmensa sed inundo mi boca, sentí la garganta totalmente seca y mis labios ardientes, intente buscar entre lugar alguien que tuviera un aspecto un poco amigable para pedir agua, sin embargo cada que miraba alguien nuevo parecía más extraño que el anterior y un raro escalofrío comenzó a recorrer mi cuerpo, no me atreví a hablarle a nadie seguimos caminando entre casas y escaleras. Debe haber algo interesante arriba, ¡vamos! nos seas miedosa tu mama y tus hermanas nos han dejado, deben estar ya allá arriba, interrumpió mi esposo mientras extendía su mano para ayudarme a subir. Subimos las escaleras y comencé a ver lo que parecían casas enterradas entre el cerro, era como si hubieran habilitado cuevas para vivir dentro. Unas mujeres extrañas de aspecto árabe, cubiertas de pies a cabeza caminaban con la mirada distraída y ni siquiera notaban nuestra presencia, había mucho silencio y cada mujer que pasaba parecía realizar una tarea sin ni siquiera mirarnos. Esto es extraño musite, quiero irme. El siguiente piso al que llegamos daba a una serie de pasillos y cuartos lastimados por el tiempo, el piso ya era de cemento y los muros de tabique, al llegar un extraño cambio de temperatura se sintió en el aire, un frio como latigazo cayó sobre nuestros cuerpos, la pintura carcomida y las maderas entre quebradas que sostenían las ventanas nos daban una vista menos deplorable a lo anterior, sin darme cuenta me quede sola, perdí el momento en que mi esposo se alejó en ese laberinto de pasillos que conducían a distintas habitaciones. Una música de repente llamo mi atención rompiendo el silencio sepulcral que habitaba hasta ese momento, sonaba a una vieja canción que salía de un pequeño baúl de música que de niña tuve.