Soñando que estamos despiertos
Vamos despertando, mientras Uli va al baño
Nuestra conversación es amena a pesar de lo
yo me levanto con el afán de hacer la cama,
empezando por sacudir el colchón, mi cobija
y llenar de aire la almohada de plumas de
ganso, continúo mi labor en la parte de la
cama donde él duerme, quito la cobija y
cuando llego a la almohada mis manos tocan
dos objeto duros y fríos, el uno, era un
pequeño frasquito, de esos tan finos, delgados
y ligeros que dan en las perfumerías de
muestra, su contenido es un aceite
aromatizante, sé que lo es porque lo abro
para sentir su consistencia viscosa y lo pego a
mi nariz para reconocer su olor que me
recuerda el purgante que tomaba de niña,
nada que ver con un perfume francés. El otro
objeto era el celular de mi viejo que en ese
momento había regresado del baño y lo veo
que se estaba vistiendo.
trivial que es hablar sobre el modelo de
nuestros celulares siendo el color lo que hace
la diferencia pero podemos compartir
burlonamente nuestras galerías haciendo
comparaciones sin ningún sentido que nos
proporcionan
un rato de diversión
tempranera.
Sin soltar la botellita que tenía en mi mano
derecha, sujeto el móvil con la izquierda y sin
saber cómo, apreté el botón de encendido,
quedando perpleja al iluminarse la pantalla
precisamente en la galería de fotos.
Naturalmente que mi Uli al darse cuenta de
que tengo en la mano su aparato, reacciona
y me pide que le entregue sus pertenencias.
Claro está que no le hago caso, esos artículos
son el trofeo de mi hallazgo, así es que,
iniciamos una disputa que entre risas, jaloneos
y sin más se da por termina cuando nos
sentamos sobre la orilla de la cama. Saco mi
celular del cajón superior de la mesa de noche
en donde lo dejo siempre y lo pongo en sus
manos, ahora que él tiene mi celular y yo el
suyo intentamos ver, la galería de fotos, sin
verlas realmente pues nos ponemos a
platicar.
Al dar por terminada nuestra conversación
mañanera, se para de la orilla de la cama se
para frente al ropero con sus grandes puertas
corredizas con espejo de techo a piso, abre la
de en medio y saca una pequeña maleta
rectangular, negra de piel fina y llena de un
montón de tiliches viejos, me la da y yo al
abrirla, lo primero que encuentro, es una
bolsa de plástico azul, de esas que usamos
para tirar la basura, llena de zapatos,
impares al principio, unos eran muy bonitos,
otros seminuevos, después, poco a poco, iban
apareciendo los pares. De pronto y sin darme
cuenta de donde salió, estaba parada junto a
mí mi hermana Yazmín, quien toma unas
zapatillas tacón alto muy grueso, eran de
color hueso. La escucho hacer el siguiente
comentario “que lindos están, me gustan
mucho, me los quedo” yo la escucho, a mí en
lo particular, me parecen “horribles” pero no
hago ningún comentario en respuesta. Sin
tomar más en cuenta la presencia de Uli
continuamos hurgando dentro y sacando
todo lo que nos gustaba o considerábamos
que era algo bonito, funcional o gracioso,
hasta
que
mi
viejito
se
acerca
cautelosamente hacia mí, extiendo su mano
me hace entrega de un paquete envuelto en
una bolsa de plástico, grueso, viejo y oscuro al
mismo tiempo que me hace un susurro al
oído dándome la siguiente indicación
“guárdalo por favor en un lugar seguro, en