Revista UNADiccion Noviembre 2014 | Page 26

Soñando que estamos despiertos Vamos despertando, mientras Uli va al baño Nuestra conversación es amena a pesar de lo yo me levanto con el afán de hacer la cama, empezando por sacudir el colchón, mi cobija y llenar de aire la almohada de plumas de ganso, continúo mi labor en la parte de la cama donde él duerme, quito la cobija y cuando llego a la almohada mis manos tocan dos objeto duros y fríos, el uno, era un pequeño frasquito, de esos tan finos, delgados y ligeros que dan en las perfumerías de muestra, su contenido es un aceite aromatizante, sé que lo es porque lo abro para sentir su consistencia viscosa y lo pego a mi nariz para reconocer su olor que me recuerda el purgante que tomaba de niña, nada que ver con un perfume francés. El otro objeto era el celular de mi viejo que en ese momento había regresado del baño y lo veo que se estaba vistiendo. trivial que es hablar sobre el modelo de nuestros celulares siendo el color lo que hace la diferencia pero podemos compartir burlonamente nuestras galerías haciendo comparaciones sin ningún sentido que nos proporcionan un rato de diversión tempranera. Sin soltar la botellita que tenía en mi mano derecha, sujeto el móvil con la izquierda y sin saber cómo, apreté el botón de encendido, quedando perpleja al iluminarse la pantalla precisamente en la galería de fotos. Naturalmente que mi Uli al darse cuenta de que tengo en la mano su aparato, reacciona y me pide que le entregue sus pertenencias. Claro está que no le hago caso, esos artículos son el trofeo de mi hallazgo, así es que, iniciamos una disputa que entre risas, jaloneos y sin más se da por termina cuando nos sentamos sobre la orilla de la cama. Saco mi celular del cajón superior de la mesa de noche en donde lo dejo siempre y lo pongo en sus manos, ahora que él tiene mi celular y yo el suyo intentamos ver, la galería de fotos, sin verlas realmente pues nos ponemos a platicar. Al dar por terminada nuestra conversación mañanera, se para de la orilla de la cama se para frente al ropero con sus grandes puertas corredizas con espejo de techo a piso, abre la de en medio y saca una pequeña maleta rectangular, negra de piel fina y llena de un montón de tiliches viejos, me la da y yo al abrirla, lo primero que encuentro, es una bolsa de plástico azul, de esas que usamos para tirar la basura, llena de zapatos, impares al principio, unos eran muy bonitos, otros seminuevos, después, poco a poco, iban apareciendo los pares. De pronto y sin darme cuenta de donde salió, estaba parada junto a mí mi hermana Yazmín, quien toma unas zapatillas tacón alto muy grueso, eran de color hueso. La escucho hacer el siguiente comentario “que lindos están, me gustan mucho, me los quedo” yo la escucho, a mí en lo particular, me parecen “horribles” pero no hago ningún comentario en respuesta. Sin tomar más en cuenta la presencia de Uli continuamos hurgando dentro y sacando todo lo que nos gustaba o considerábamos que era algo bonito, funcional o gracioso, hasta que mi viejito se acerca cautelosamente hacia mí, extiendo su mano me hace entrega de un paquete envuelto en una bolsa de plástico, grueso, viejo y oscuro al mismo tiempo que me hace un susurro al oído dándome la siguiente indicación “guárdalo por favor en un lugar seguro, en