Revista UNADiccion Noviembre 2014 | Page 23

¿Quién eres? le pregunté dentro comunicación mental que había hecho conmigo. de esa Una niña –respondióYa sé que eres una niña, ¿qué es todo esto? –Mi cuarto, nosotros vivimos aquí–. ¿Nosotros? ¿Quiénes? –Insistí–. Los niños, todos estamos muertos, –ni se inmutó–, somos muñecos... es la casa de muñecas muertas. Esas mismas palabras habían salido hace apenas unos minutos atrás de mi boca, temblé de nuevo, salí dando pasos hacia atrás y la niña comenzó a jugar con una pelota, con cada bote su vestido se transformaba, se desgastaba y se ponía de un tono verdoso y de nuevo un hedor putrefacto inundó la habitación, su rostro que anteriormente radiaba vida comenzó a palidecer y hacer muecas de dolor y sufrimiento, la aventé y corrí hacia otra puerta, ésta me llevó a un pequeño pasillo donde las paredes estaban cubiertas de musgo y humedad, parecía de día, no había techo, seguí caminando, el cielo se miraba gris como si fuera a llover y sentí soplar el viento helado sobre mis mejillas, el piso empedrado artísticamente con rocas negras y blancas formaba figuras, corrí tan rápido como pude, llegué a un lugar que parecía un patio, una fuente seca resaltaba en el centro, miré a mi alrededor, árboles y arbustos secos adornaban el paisaje, las pocas hojas que quedaban en los árboles se unían a la gran cantidad de hojarasca en el suelo, parecía un abandonado jardín, se encontraba rodeado de muros, corrí perdida de un lado a otro tratando de buscar una salida. El silencio se vio interrumpido; comencé a escuchar muchas risitas infantiles, voces de juegos sonaron a mi alrededor, ¡no podía creerlo!, el lugar ahora estaba lleno de niños con pelotas y cuerdas corriendo y brincando de un lado a otro, parecían niños normales lo único que los hacía diferentes era el vestuario, su guardarropa semejaba vestimenta de los años 50’s, palidecí, me acerqué temerosa, incrédula de todo lo que estaba pasando a mi alrededor, en un instante me di cuenta que todos se quedaron quietos mirándome cual extraña invadía su hogar, no dije nada los miré fijamente y sus rostros al igual que la niña anterior comenzaron a transmutar, trasformando sus angelicales facciones en demoniacos seres. Cerré los ojos no tenía a donde correr, junté mis manos y comencé a rezar de nuevo y tratar de convencerme que estaba soñando que no estaba en ese sitio, ni en ese lugar, ni mucho menos con esos seres.