¿Quién eres? le pregunté dentro
comunicación mental que había hecho conmigo.
de
esa
Una niña –respondióYa sé que eres una niña, ¿qué es todo esto?
–Mi cuarto, nosotros vivimos aquí–.
¿Nosotros? ¿Quiénes? –Insistí–.
Los niños, todos estamos muertos, –ni se inmutó–,
somos muñecos... es la casa de muñecas muertas.
Esas mismas palabras habían salido hace apenas unos minutos atrás de mi boca, temblé
de nuevo, salí dando pasos hacia atrás y la niña comenzó a jugar con una pelota, con cada bote
su vestido se transformaba, se desgastaba y se ponía de un tono verdoso y de nuevo un hedor
putrefacto inundó la habitación, su rostro que anteriormente radiaba vida comenzó a palidecer y
hacer muecas de dolor y sufrimiento, la aventé y corrí hacia otra puerta, ésta me llevó a un
pequeño pasillo donde las paredes estaban cubiertas de musgo y humedad, parecía de día, no
había techo, seguí caminando, el cielo se miraba gris como si fuera a llover y sentí soplar el
viento helado sobre mis mejillas, el piso empedrado artísticamente con rocas negras y blancas
formaba figuras, corrí tan rápido como pude, llegué a un lugar que parecía un patio, una fuente
seca resaltaba en el centro, miré a mi alrededor, árboles y arbustos secos adornaban el paisaje,
las pocas hojas que quedaban en los árboles se unían a la gran cantidad de hojarasca en el
suelo, parecía un abandonado jardín, se encontraba rodeado de muros, corrí perdida de un lado
a otro tratando de buscar una salida.
El silencio se vio interrumpido; comencé a escuchar muchas risitas infantiles, voces de
juegos sonaron a mi alrededor, ¡no podía creerlo!, el lugar ahora estaba lleno de niños con
pelotas y cuerdas corriendo y brincando de un lado a otro, parecían niños normales lo único que
los hacía diferentes era el vestuario, su guardarropa semejaba vestimenta de los años 50’s,
palidecí, me acerqué temerosa, incrédula de todo lo que estaba pasando a mi alrededor, en un
instante me di cuenta que todos se quedaron quietos mirándome cual extraña invadía su hogar,
no dije nada los miré fijamente y sus rostros al igual que la niña anterior comenzaron a
transmutar, trasformando sus angelicales facciones en demoniacos seres. Cerré los ojos no tenía
a donde correr, junté mis manos y comencé a rezar de nuevo y tratar de convencerme que
estaba soñando que no estaba en ese sitio, ni en ese lugar, ni mucho menos con esos seres.