Revista UNADiccion Mayo 2015 | Page 21

Por: Luzma Schulze

En el mundo de mis sueños

Mes de Mayo, día de las madres, en el que recordaré a la mía, tan cerca de mí a pesar de que hace tantos años que habita en una dimensión en la que no puedo entrar y que únicamente en sueños la puedo ver en movimiento.

Apagué la computadora y me acosté, prendí la TV y ya no me acuerdo que pasó, me quedé dormida. Dan comienzo los sueños, los hechos más variados e insólitos y tan gratificantes cuando estoy con mi madre, que en la realidad sería imposible, ahí, sólo en mis pensamientos y en mi corazón, permanece con vida, estando dormida me habla, así puedo escuchar sus consejos y sus regaños, me besa, expresándome su amor y con sus caricias, puedo sentir su respiración y su calor. Ella viven en una dimensión desconocida y eso es tan fascinante que anhelo soñarla. Hoy estaba ahí, como espectadora, no participaba en los hechos pero estaba presente, como vigía de lo que estaba compartiendo en ese un lugar maravilloso, con mucha luz y calor. Era la casa de Irving, la fachada de piedra de río, a las orillas del techo, en estilo colonial muy parecido al acueducto de Queretano, están construidos los canales que reciben el agua de la lluvia para conducirla hacia los depósitos que la acumulaban para regar sus enormes jardines llenos de árboles y flores en tiempo de sequía. Parece que ese día había llovido tanto, porque se ve que el agua se derrama escurriendo por las paredes iluminadas con lámparas de colores, dándoles un aspecto de cascada. Por la entrada, a un lado de la casa había cabañitas para cubrirse del sol, la lluvia y la nieve, según la temporada, también hay bancas, mesas y sillas para disfrutar los paisajes que la sitian.

Camino por una vereda que me lleva a otros patios con jardines y sombrillas de paja, se siente el calor que emana del piso, el aire es húmedo y salado, me siento como si estuviera de vacaciones en la playa, pero no veo el mar. Al final de la vereda regresé al punto de partida, la casa, en donde se asoman por un balcón Jaden y Sylvia saludándome. Muy contenta corro hacia donde los veo, lo quiero abrazar pero no puedo llegar, las escaleras están construidas de tal manera que subo pero nunca me llevan a donde quiero llegar, a lo lejos los veo, pero no encuentro la entrada. Bajo las escaleras buscando la entrada a donde están ellos y ahí de repente está frente a mí Jaden, con una figura rara, con algún síndrome, nada agradable a mi vista, pero me acerco a él y lo quiero abrazar, él me huye y juega al mismo tiempo conmigo, me indica que le cambie el pañal porque está mojado, no lo tolera. No escucho su voz, con señas me exige que se lo cambie, un pañal que más que eso parecía pantalón sostenido por tirantes de colores, pero era un pañal y efectivamente estaba mojado y muy pesado, se lo quito y le pongo otro igual y no lo veo más.

Continuará...

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