Revista UNADiccion Marzo | Page 16

La mujer generalmente cree que el mayor dolor, pena, tristeza, angustia y desesperanza que ha vivido es por causa de un hombre o de otra mujer, pues no es así, es solo un reflejo, una consecuencia por el temor de conocerse a sí misma.

La vida está en constante transformación, influye el ambiente familiar, laboral, vecinal y todo aquello que rodea a la mujer, puede tomar un rumbo positivo o negativo dependiendo del enfoque que cada persona le dé.

La verdadera tormenta no está en las palabras o acciones de los demás, está dentro de cada mujer, es un torbellino infernal entre su conciencia, sus costumbres, lo vivido y lo aprendido, que gira con tal fuerza, que es inevitable la llegada de la temible hora de tomar decisiones.

En la guerra terrible de desconsuelo y dudas, cuando el orgullo se confunde con dignidad y la autoestima es solo una ilusión, es indispensable que la mujer vuelva a su origen, que permita que su instinto la aconseje y la guíe a través de la adversidad.

La intuición es una cualidad innata de la mujer y puede convertirse en su mejor arma si la desarrolla y ejerce con inteligencia.

A la mujer la persigue la tradición y la historia, pero sobre todo el autodesprecio, eso a lo que llaman humildad no es más que sometimiento, humillación, como un animal de circo amaestrado, que una vez liberado de sus ataduras prefiere quedarse en su prisión.

Las ataduras de la mujer no son el matrimonio, padres, familia, hijos o trabajo, por el contrario, son el temor a expresar sus sentimientos, ideas y pensamientos.

La mujer que busca un ejemplo a seguir termina siempre equivocándose, pues la mayor admiración y respeto es el que debe sentir por sí misma, por su capacidad para enfrentar la negatividad a su alrededor, para ser lo que realmente es, inmensamente fuerte, poderosa, capaz de emprender y lograr todo lo que se propone.

Mujer, la felicidad está más cerca de lo que crees, precisamente en el único lugar en el que nunca has buscado, dentro de ti.

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