Al llegar al enorme portón que está abierto, me
asomo escondiéndome un poco entre los bambúes
que han crecido tremendamente cubriéndome
totalmente, los busco con la mirada dirigida en
todas direcciones, obviamente con la esperanza de
verlos antes y sorprenderlos con mi llegada, lo que
significaría que la espera para encontrarnos
nuevamente reunidos ha llegado a su término.
Desafortunadamente no fue así, Viejo estaba en
medio de su plantío de aguacates y Chonita parada
en el triangulito donde cultivaba sus flores
preferidas, con una actitud ansiosa que se notaba
en su ir y venir de una lado para otro escogiendo
entre las flores, la más bonita. A lo lejos, con la más
bella de sus sonrisas y una rosa roja en su mano,
descubre mi presencia, corro a su encuentro, el
momento tan esperado ha llegado, me acerco para
abrazarla, yo recibo la hermosa flor que me ofrece
con todo su amor. Mientras tanto, mi Viejo se viene
acercando con paso ligero para su edad y ya
estando uno frente al otro también él extiende los
brazos para unir nuestros cuerpos en un largo
abrazo sin querer soltarnos y llenándome de besos,
esos besos que siento tan reales, gozo su calor y
percibo ese su aroma, es un olor a limpio y asoleado
tan peculiar a pesar de haber apaleado una larga
jornada de trabajo en su huerta. Viejo me quita la
mochila que traigo cargando a mis espaldas con mis
pertenencias a uno que otro regalito para ellos. y
Entramos a la casa, en el centro de la mesa del
comedor hay un florero donde coloqué mis rosas,
también hay un jarrón de barro lleno con el agua
de limón que preparó mi Chonita, me sirvo una
vaso y la bebo a una gran velocidad saciando mi
sed. Viejo me muestra con mucho orgullo sus plantas
que tiene en la terraza, mientras conversamos sobre
la forma de vida que llevan y los felices que son en
este su paraíso como ellos le llaman.
Pero como es domingo tenemos que ir a misa, mami
nunca lo perdonaría si no lo hiciéramos por lo que
entramos nuevamente a la casa para prepararnos
con nuestras mejores galas para la ocasión. Ahora y
sin más ni caminar ni habernos movido hay cambio
de escenario. Ya estamos dentro de la iglesia del
pueblo completamente llena, no sé para donde
voltear, los olores agreden mi olfato, ¡Oh señor, que
olor! es penetrante, entre sol, leña y sudor, se
intensifica con el calor y por el uso de ropa de muchas
puesta sin lavar y la falta de ventilación aumentan
ese desagradable aroma, que no estoy acostumbrada
pero lo resisto hasta el final. Salimos de la iglesia, el
cura nos despide de mano y se dirige a los jóvenes
feligreses, organizando un partido de básquetbol.
Estando en el atrio que también es el patio de recreo
de la escuela y canchas de juegos de pelota y en
donde toda la juventud se concentra para un rato de
esparcimiento dominguero se inician el partido. Y yo
me pregunto, ¿cómo van a saber a qué equipo
pertenecen, si sus vestimentas son tan variadas?, no
hay un distintivo que delimite cada equipo y
diferencie a sus integrantes pero lo que más me llamó
la atención es ver en un chico su indumentaria
regional que contrastan con sus pies calzados por tenis
con la marca Nike. Las chicas usaban faldas con
muchos vuelos y lo más increíble es que los
combinaban con camisetas modernas, toda una
maravilla de colores. En un costado del patio hay un
puesto improvisado de refresco antojitos, frutas
picadas y frituras con sal chile y limón. Los olores, el
calor y las imágenes no me distraen de comprar,
comer y darme el gusto de saborear esos antojitos. Al
momento de estarme comiendo un pepino
inesperadamente y por mala suerte despierto sin
saber que sucedió en el partido de básquetbol…
Por lo que mis queridos lectores queda la historia
inconclusa, ahora les toca a ustedes soñar despiertos y
de acuerdo a su imaginación y fantasía contemplar el
final de la historia…
Fotografía: Luzma Schulze
Luzma Schulze