Revista UNADiccion Marzo 2014 | Page 17

Al llegar al enorme portón que está abierto, me asomo escondiéndome un poco entre los bambúes que han crecido tremendamente cubriéndome totalmente, los busco con la mirada dirigida en todas direcciones, obviamente con la esperanza de verlos antes y sorprenderlos con mi llegada, lo que significaría que la espera para encontrarnos nuevamente reunidos ha llegado a su término. Desafortunadamente no fue así, Viejo estaba en medio de su plantío de aguacates y Chonita parada en el triangulito donde cultivaba sus flores preferidas, con una actitud ansiosa que se notaba en su ir y venir de una lado para otro escogiendo entre las flores, la más bonita. A lo lejos, con la más bella de sus sonrisas y una rosa roja en su mano, descubre mi presencia, corro a su encuentro, el momento tan esperado ha llegado, me acerco para abrazarla, yo recibo la hermosa flor que me ofrece con todo su amor. Mientras tanto, mi Viejo se viene acercando con paso ligero para su edad y ya estando uno frente al otro también él extiende los brazos para unir nuestros cuerpos en un largo abrazo sin querer soltarnos y llenándome de besos, esos besos que siento tan reales, gozo su calor y percibo ese su aroma, es un olor a limpio y asoleado tan peculiar a pesar de haber apaleado una larga jornada de trabajo en su huerta. Viejo me quita la mochila que traigo cargando a mis espaldas con mis pertenencias a uno que otro regalito para ellos. y Entramos a la casa, en el centro de la mesa del comedor hay un florero donde coloqué mis rosas, también hay un jarrón de barro lleno con el agua de limón que preparó mi Chonita, me sirvo una vaso y la bebo a una gran velocidad saciando mi sed. Viejo me muestra con mucho orgullo sus plantas que tiene en la terraza, mientras conversamos sobre la forma de vida que llevan y los felices que son en este su paraíso como ellos le llaman. Pero como es domingo tenemos que ir a misa, mami nunca lo perdonaría si no lo hiciéramos por lo que entramos nuevamente a la casa para prepararnos con nuestras mejores galas para la ocasión. Ahora y sin más ni caminar ni habernos movido hay cambio de escenario. Ya estamos dentro de la iglesia del pueblo completamente llena, no sé para donde voltear, los olores agreden mi olfato, ¡Oh señor, que olor! es penetrante, entre sol, leña y sudor, se intensifica con el calor y por el uso de ropa de muchas puesta sin lavar y la falta de ventilación aumentan ese desagradable aroma, que no estoy acostumbrada pero lo resisto hasta el final. Salimos de la iglesia, el cura nos despide de mano y se dirige a los jóvenes feligreses, organizando un partido de básquetbol. Estando en el atrio que también es el patio de recreo de la escuela y canchas de juegos de pelota y en donde toda la juventud se concentra para un rato de esparcimiento dominguero se inician el partido. Y yo me pregunto, ¿cómo van a saber a qué equipo pertenecen, si sus vestimentas son tan variadas?, no hay un distintivo que delimite cada equipo y diferencie a sus integrantes pero lo que más me llamó la atención es ver en un chico su indumentaria regional que contrastan con sus pies calzados por tenis con la marca Nike. Las chicas usaban faldas con muchos vuelos y lo más increíble es que los combinaban con camisetas modernas, toda una maravilla de colores. En un costado del patio hay un puesto improvisado de refresco antojitos, frutas picadas y frituras con sal chile y limón. Los olores, el calor y las imágenes no me distraen de comprar, comer y darme el gusto de saborear esos antojitos. Al momento de estarme comiendo un pepino inesperadamente y por mala suerte despierto sin saber que sucedió en el partido de básquetbol… Por lo que mis queridos lectores queda la historia inconclusa, ahora les toca a ustedes soñar despiertos y de acuerdo a su imaginación y fantasía contemplar el final de la historia… Fotografía: Luzma Schulze Luzma Schulze