Revista UNADiccion Junio 2015 | Page 5

Por: Liz arzola

Nadie sabe lo que sucede dentro de este pequeño espacio, se siente frío, seco, con ese olor característico de humedad e insectos por cada rincón, lleno de telarañas, polvo guardado siempre celoso sus secretos que sólo lo comparte con mis adentros.

Suelo sentarme en el cuarto que tiene una ventana cerca de la cama, no tiene mucho que ofrecer pues sólo deja ver las paredes de los demás departamentos, entra solo un poco de luz, lo maravilloso de esa ventana es cuando llueve ya que deja ver poco a poco como se empapa todo el poco cielo que se esconde y el olor a tierra mojada se hace cada vez más prominente, el aire en sí corre frío e inhalarlo suele ser mágico y llena de vida, ahora que he descubierto mi afición por el frío me gusta mucho más ésta ventana.

Solía hace meses sentarme cerca de esa ventana con el frío acariciando mis palmas, con cerveza y cigarrillo en mano, escuchando entre susurros las canciones de Serrano, del Silvio, dejándome llevar por aquellos versos de Benedetti, no entiendo porque pero me gusta escucharlos de su voz, se me hace tierna y lejana, como esos besos tuyos que ahora son recuerdos de fines de semana.

Me empapo de recuerdos, en éste lugar aprendí a conocer mi soledad, en definitiva me sienta bien la soledad, me gusta sentirme dueña de mi libertad, el problema es que ahora no estoy sola, y estoy batiéndome entre lo que debo acostumbrarme y lo que siento era para mí.

Éste rincón ya no me pertenece, ya no sólo es mío y siento que eso muchas veces me pesa, me siento tan confundida, sintiendo la inseguridad de si era el momento o no para acrecentar mi cuerpo a la llegada de dos personas que estoy segura, son más bendición que infortuna.

Mientras pienso y reordeno mi vida que últimamente ha sido entropía pura, dejo que la ventana me acompañe dejando entrar la oscuridad de la noche y regalándome el cantar de los grillos, con el habitual frío que acompaña.

Recuerdos

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