Revista UNADiccion JUNIO 2014 | Page 16

necesario colocar un sartén sobre de ello, por lo que no haría falta encender una estufa ahorrando por lo tanto combustible. Con ese pensamiento me quedo nuevamente dormida y continúo soñando. Al parecer también era una pequeña tienda de artesanías porque en el aparador pegado a la pared contraria a las escaleras hay unos cuantos maniquíes desnudos a los cuales intento vestir con atuendos indígenas, muy coloridos. A cada uno de los atuendos le coloco el precio al pie de los maniquíes con el costo 5,000.00 pesos, en el momento de agacharme a colocar el último cartón descubro al extremo de la escalera a una mujer tirada en el piso llorando, emitiendo ligeros lamentos y a su alrededor un tumulto de gente igualmente advierto que una mujer se inclina ofreciendo ayuda. La mirada de la llorona se cruza con la mía, se levanta dirigiéndose a mí pidiéndome auxilio e intenta subir al segundo piso. Naturalmente que yo no se lo permito sosteniéndole con firmeza del brazo pero sin lastimarla, arriba, en el segundo piso se encuentran las habitaciones privadas de la familia, al detenerla me doy cuenta de que la manga de su grueso abrigo de lana está mojada, la abrazo recargándola en mi regazo, le ofrezco mi apoyo y le pregunto qué le ha sucedido, ella no me responde, con una angustiosa actitud se gira buscando en su alrededor no sé qué, la detengo pero quedé muy asustada al darme cuenta que su abrigo estaba lleno de sangre. Inicio un interrogatorio para saber quién es, cómo llegó hasta aquí, porqué esta lastimada y porqué está ensangrentada y mostrando pánico es sus actos? a lo que ella responde que no recuerda nada, no sabe su nombre ni que le sucedió. Veo que se acerca más gente y les pido que se retiren, ella sigue insistiendo en subir, la inmovilizo con fuerza. Ella, al ver a un hombre que se acerca, estalla en llanto nuevamente, le hago la pregunta de que si lo conoce y la causa de su temor, únicamente le señala con terror balbuciendo incoherencias. Al mismo tiempo