Revista UNADiccion Julio 2014 Jul. 2014 | Page 11

Al incorporarnos con la mirada fija al cielo me dijo: -Observa a los árboles, siempre caen bien. Le pregunte que si siempre eran tan grandes ellos, y con tanta naturalidad me dijo que no, que como todos crecen, sólo que ellos siempre van hacia arriba. Siempre que veo un árbol gigante, recuerdo a papá, joven y lleno de vida. Hoy hace más de 15 años de eso, me encuentro sentada en un parque ajeno, viendo las estrellas y estando arropada por los gigantes, pero ahora con la gran diferencia de que ya no está Papá, y descubrí que él ahora es una de esas estrellas. La noche es fresca y corre el viento meciendo las ramas de estos árboles gigantes, que pareciera que se mueven persiguiéndome, a paso lento y torpe, los observo y sé que la vida que ellos tienen es eterna y que siempre fluye a mí. Me gusta ver sus ramas, moviéndose siempre hacia los lados dejándose despeinar, interrumpen el silencio con su canto creado por el rose de sus ramas, y me dan la misma paz que hace años le regalaron a papá. Disfruto de su vida y paso largos otoños también observándoles y robándoles suspiros. Desde aquella tarde con Papá no pierdo la oportunidad de acércame a ellos cuando hay viento o en su infinita quietud, la cosa es pues, inmortalizar a Papá en éstos mi ahora Gigantes… Por: Liz Arzola