Revista UNADiccion Julio 2014 Jul. 2014 | Page 10

Gigantes Dentro de esta vida apenas puedo mantenerme entera, siempre me he sentido infinita, pero hoy dedique tiempo a sentir y pensar en algo más que “Mi yo eterno”. Camine por una senda larga y ligeramente empedrada, mientras mi andar se pronunciaba por el camino, mis pies regocijaban al tacto con las piedras, esa sensación de un raspeo cosquillante me hace sentir viva. Mientras sigue la vida alrededor de mi cielo, todos los árboles que encierran mi camino, se mesen al sonido del viento, ahí es cuando percibo y me hacen rescatar un recuerdo de cuando niña, de ésa época en que Papá solía jugar a las escondidas con esta alma apenas crédula del futuro. Recordé el parquecito en donde nos acostábamos a pasto libre, recuerdo sensorialmente lo húmedo del pasto y ese olor característico que tiene cuando está mojado. Trataba de alcanzar la mano de Papá para poder abrazarle, él miraba fija y profundamente el cielo y solía decir que dentro de él siempre había estrellas que no hacen creer, justamente alcancé su mano y tomé el impulso necesario para llegar a su mejilla, que tenía ya una barba de dos días, irritante al tacto de mis labios, pero a la vez fascinante de saberlo mío y que ése era nuestro momento, y que aquel parque siempre sería nuestro lugar. Lo miré con cierto recelo, y al encontrarnos los ojos, vi en él, la paz que pocos momentos pueden regalarnos, me abrazó apretándome con todas sus fuerzas, tanto que hasta hoy me siento protegida por él. Percibí en su ropa ese olor a cigarrillo mezclado con perfume, jamás he de olvidar ese olor, ni el cálido soplido de vida que me regaló en ese instante, nunca me había sentido tan feliz.