Revista UNADiccion Febrero 2015 | Page 19

En el mundo de mis sueños

El encuentro con él fue maravilloso, no lo podía creer, lo estoy viendo, escucho su voz , con su fuertes manos acaricia mi cara, me toma entre sus brazos y siento su calor, percibo su olor que se impregna en mi ser, ese olor que me era tan agradable y que me hacía amarlo, claro está que no lo amé solo por eso, pero fue uno de los detalles que me atrajo de él al igual que el destello de sus ojos azules y su pelo rubio dorado con un rizado natural, su figura esbelta, delgada y su altura que me hacía sentir protegida todo eso en cuanto al físico pero sobre todo lo amé por su trato, tierno, amable, romántico, seductor, cuando era necesario muy apasionado.

Llegamos a nuestro restaurante predilecto, lo increíble, nos atiende la misma chica que lo hacía siempre, la veo tal como era, (los cambios espontáneos de imágenes y tiempos, eso es lo más increíble de los sueños) pero no llegamos a saborear nada de lo que ordenamos porque él, con esa voz varonil y apasionada que recuerdo, me reclama el haberlo abandonado y se va desvaneciendo la primera impresión del encuentro, en este momento ya no me es tan agradable el haberlo vuelto a ver, me parece que no es él , me levanto de la mesa y salgo corriendo en dirección a mi casa, veo los comercios a mi paso, todos los reconozco tal cual eran cuando viví allí y en esa época, me veo joven, exactamente como era cuando rompimos.

Sabía que era él, su voz me lo decía, más la imagen que vi fue la de una persona totalmente desconocida. El reclamo de abandono, eso fue lo que más me puso muy triste y me hizo despertar.

Fue un sueño corto, tan corto como el tiempo que dormí y deseando que hubiera podido disfrutar más tiempo el encuentro con Fernando, un hombre que me amó, pero que se atrevió demasiado tarde a formalizar la relación proponiendo matrimonio sabiendo que ya estaba comprometida con mi “viejo”.

Jamás lo volví a ver pero él vivirá eternamente en mi recuerdo y su amor me acompaña de vez en cuando en mis sueños.

Por: Luzma Schulze

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