tus regalos pero debes de estar
profundamente
dormida,
argumentando nuevamente… “Si
notan que estas despierta queriendo
verlos, no entrarán y llevaran tus
juguetes a los niños obedientes que se
fueron a dormir cuando sus papas se
los ordenaron”.
Primeramente me afané en darles
grasa negra a mis zapatos viejos,
después, les di a cada uno un
escupitajo para sacarles brillo y los
lustré con un trapo hasta lograr que
rechinaran de limpios. Al terminar se
los mostré orgullosamente para que
me diera el visto bueno y me
asegurara que a la mañana
siguiente estarían mis regalos a su
lado, diciéndole. ¿Qué te parece
mamita chula, lo hice bien? Ella con
una amplia sonrisa asintió con un
ligero movimiento de cabeza
acariciando mi carita y dándome
unas palmaditas que eran su muy
especial manera con la que
acostumbraba expresarme su amor
maternal, continuó diciéndome,
“¿Ves ese agujerito, allí en la esquina
superior de la ventana?” ¡Ah! Pues
por ahí entrarán los reyes a dejarte
La curiosidad natural de niña me
mantenía despierta, quería ver
forzosamente la llegada y me
preguntaba ¿cómo era posible que
entrara un elefante, un camello y un
caballo por ese pequeño orificio y
además cargando en su lomo a
Melchor, Gaspar y Baltazar? No
lograba conciliar el sueño a pesar de
contar borregos saltando una cerca
uno tras otro. Afortunadamente me
quede dormida deseando que mis
regalos no fueran a parar a las
manos de niños más obedientes que
yo.
Ahora recordando esa etapa, me
parece escuchar esas palabras en la
voz de mi madre y rueden
incontrolables lágrimas por mis
mejillas. Quisiera creer y tener esa
ingenuidad
para
escribirles
nuevamente una carta a los tres
Santos Reyes Magos, como en ese
entonces y les pediría lo siguiente:
“Queridos Reyes Magos, quiero un
regalo muy especial, sé que suena
imposible, pero para ustedes no
existe esa palabra, “Por favor, se los
suplico, tráiganme a mi mami a “El
mundo de mis sueños” así podremos
estar juntas la madrugada del 5 de
enero”.
Por: Luzma Schulze