Revista UNADiccion Diciembre 2014 | Page 31

evidente que Rosita me guiñe un ojo para calmarme. El baile ya había empezado, las risas y los acordes musicales nos sacan del ensimismamiento en el que nos habíamos sumergido y para distraerme del incidente me invitan a sentarme sobre las mantas que están tendidas en el pasto a la orilla del río, naturalmente que estaba tan molesta no pude aceptar pero si me puse a bailar con un viejo conocido cuando me pidió que le concediera esa pieza. Estaban convencidos de que lograrían alcanzar el objetivo planeado por lo que no se preocuparon más por mi renuencia. Aún no había terminado el baile cuando el anfitrión y su novia me piden insistentemente que los siga, sus intenciones no pasaron desapercibidas en mí, al contrario, me pusieron en alerta. Nerviosa al saber a dónde querían que los siguiera, recibo una explicación, con la pretensión de calmar mis temores. El hecho es que dijeron, “Fíjate que conocemos un albergue en la colina que queda al otro lado del bosque, fue construida exclusivamente para excursionistas como nosotros en donde podemos realizar todo tipo de actividades” Eso fue precisamente lo que más me inquietó porque el propósito de ir a ese lugar era el de usar los “juguetitos solo entre nosotros tres” tal y como lo había comentado Alejandro al principio. No pude ocultar mi asombro al ver que muchos de los invitados caminaban detrás de nosotros en dirección a la choza, nunca podría haberme imaginado que existieran tantos adeptos a este tipo de actividades. ¡Ah! Porque he de decir que acepté subir la pequeña colina, ir al lugar en donde se localizaba el sugestivo nidito de amor me hizo sentir pánico, sobre todo saber a lo que íbamos. Llegamos más pronto de lo que mis deseos eran que no dio tiempo a pensar en mis temores. Estando dentro del albergue se dejó ver la prisa que tenían todos para iniciar el espectáculo, cada pareja encontró rápidamente acomodo, algunas, en la estancia y otras, en las habitaciones superiores. Las que se quedaron en la parte baja estaban tan ocupadas en sus quehaceres que ignoraron mi presencia. Se acarician voluptuosamente, mientras que se están besando van desnudándose frenéticamente y entregándose al placer dando rienda suelta a sus fantasías. El desconcierto me deja perpleja, la manera de comportarme no deja la menor duda de que desconozco totalmente el desarrollo de ese tipo de fiestas pero a pesar del desagrado que muestro, no pude dejar de contemplar la singular acción. Quédeme perpleja de todas las escenas que mis ojos se encuentran obligados a ver, mi mente no reacciona, me siento como clavada en el piso sin poder moverme para emprender la retirada. En el momento en el que mi mayor deseo era salir corriendo, siento la mano fuerte de Alejandro que se posa sobre mi hombro y con un suave empujón quedamos frente a la vieja escalera de madera descolorida, la mirada autoritaria me perturba pero con e l insistente y ligero empellón me veo forzada a subir por los tan desgastados escalones haciendo un monótono rechinido a cada