evidente que Rosita me guiñe un ojo para
calmarme.
El baile ya había empezado, las risas y los
acordes
musicales
nos
sacan
del
ensimismamiento en el que nos habíamos
sumergido y para distraerme del incidente
me invitan a sentarme sobre las mantas que
están tendidas en el pasto a la orilla del río,
naturalmente que estaba tan molesta no
pude aceptar pero si me puse a bailar con
un viejo conocido cuando me pidió que le
concediera esa pieza. Estaban convencidos
de que lograrían
alcanzar el objetivo
planeado por lo que no se preocuparon
más por mi renuencia.
Aún no había terminado el baile cuando el
anfitrión
y
su
novia
me
piden
insistentemente
que
los
siga,
sus
intenciones no pasaron desapercibidas en
mí, al contrario, me pusieron en alerta.
Nerviosa al saber a dónde querían que los
siguiera, recibo una explicación, con la
pretensión de calmar mis temores. El hecho
es que dijeron, “Fíjate que conocemos un
albergue en la colina que queda al otro
lado
del
bosque,
fue
construida
exclusivamente para excursionistas como
nosotros en donde podemos realizar todo
tipo de actividades” Eso fue precisamente lo
que más me inquietó porque el propósito
de ir a ese lugar era el de usar los
“juguetitos solo entre nosotros tres” tal y
como lo había comentado Alejandro al
principio.
No pude ocultar mi asombro al ver que
muchos de los invitados caminaban detrás
de nosotros en dirección a la choza, nunca
podría haberme imaginado que existieran
tantos adeptos a este tipo de actividades.
¡Ah! Porque he de decir que acepté subir la
pequeña colina, ir al lugar en donde se
localizaba el sugestivo nidito de amor me
hizo sentir pánico, sobre todo saber a lo
que íbamos. Llegamos más pronto de lo
que mis deseos eran que no dio tiempo a
pensar en mis temores.
Estando dentro del albergue se dejó ver la
prisa que tenían todos para iniciar el
espectáculo,
cada
pareja
encontró
rápidamente acomodo, algunas, en la
estancia y otras, en las habitaciones
superiores. Las que se quedaron en la parte
baja estaban tan ocupadas en sus
quehaceres que ignoraron mi presencia. Se
acarician voluptuosamente, mientras que se
están
besando
van
desnudándose
frenéticamente y entregándose al placer
dando rienda suelta a sus fantasías.
El desconcierto me deja perpleja, la manera
de comportarme no deja la menor duda de
que desconozco totalmente el desarrollo de
ese tipo de fiestas pero a pesar del
desagrado que muestro, no pude dejar de
contemplar la singular acción. Quédeme
perpleja de todas las escenas que mis ojos
se encuentran obligados a ver, mi mente no
reacciona, me siento como clavada en el
piso sin poder moverme para emprender la
retirada.
En el momento en el que mi mayor deseo
era salir corriendo, siento la mano fuerte de
Alejandro que se posa sobre mi hombro y
con un suave empujón quedamos frente a
la vieja escalera de madera descolorida, la
mirada autoritaria me perturba pero con e l
insistente y ligero empellón me veo forzada
a subir por los tan desgastados escalones
haciendo un monótono rechinido a cada