Revista UNADiccion Agosto 2015 | Page 7

Lejos de allí, sentado sobre una roca, el hombre contemplaba el choque de las piedras contra un estanque de agua, observando detenidamente las ondas provocadas por la fuerza de las piedras. Su rostro no parecía expresar ningún sentimiento, mas era claro que pensaba en algo, algo que llamaba profundamente su atención. De mirada fría, rematada por un ceño que parecía tratar de proteger sus ojos del hiriente sol de la mañana.

Vestía pantalón mezclilla y playera negra de cuello alto sin estampados de ningún tipo, como si con su atuendo pretendiera demostrar que su forma de vida era sencilla y a su vez misteriosa. No era claro cual era su nombre, pero sus escasos amigos simplemente lo llamaban Said.

Él era un hombre de mundo, acostumbrado a vivir de forma honesta y sencilla. Cuando chico sus padres habían tenido que renunciar a todo con la firme intención de mostrarle la realidad de la vida estableciéndose en una zona rural en el Sur del estado de Tamaulipas, un estado provinciano de México. Educado bajo un estricto sistema moral, Said había decidido alejarse de sus padres y conocer el mundo por sí mismo. Nadie sabía mucho de él, durante 7 años vivió errante y distante de cualquier familiaridad, solo, ausente e incomunicado de la gente que lo estimaba, únicamente dejando pequeños rastros a través de los pocos amigos que aún conservaba.

Era claro que Lluvia había causado cierto efecto en él, probablemente rompiendo con el equilibrio de su vida, pero no se podría precisar el tipo de sentimientos que sentía hacia ella. Trágicamente, la hermosa mañana se había nublado, y unas nubes negras avanzaban amenazantes cubriendo todo el cielo, mientras un aire frío y fuerte parecía tratar de intimidar al ambiente.

Said, se levantó de la roca y caminó hacia el puente, sacando de entre sus ropas un sobre marcado con el número 12. Las gotas de lluvia amenazaron con romper la hoja que sostenía entre sus manos, manchándose de color rosa la línea de algunos párrafos que desfilaban horizontalmente sobre aquel fragmento de papel, como si con eso borrara los sueños que alguna vez se escribieron con esa tinta. Sus ojos despidieron una lágrima fría que poco a poco se fue confundiendo con las gotas de lluvia, sin embargo su rostro parecía ajeno a cualquier gesto. Los amigos de Said decían que él había tenido mejores tiempos, tiempos en los que una sonrisa amable emergía constantemente de su rostro, hasta que conoció una chica, una chica a la que entregó su vida, pero que desafortunadamente partió, sin razón aparente. Algunos incluso se atrevían a decir que a partir de allí su vida se detuvo, que dejó de sonreír, dejó de ser feliz y que incluso dejó de envejecer.

“No importa cuán caótica sea la vida, la felicidad se construye a partir del cumplimiento de pequeños sueños que se disfrutan en retrospectiva”

Sin embargo para Said, el más grande sueño aún estaba inconcluso.

Ya en el aeropuerto, Said se disponía a abordar el avión y un sentimiento de nostalgia invadía su corazón. Sabía que podía volver cuando quisiera, pero pasaría mucho tiempo para volver a admirar la majestuosa iluminación del centro de la ciudad, la catedral o “la fuente de la Minerva” entre otros de los grandes atractivos de la Cd. de Guadalajara.

Eran las 6 de la tarde, nuevamente en el viejo restaurante, Said volvía a paso firme como tratando de anunciar su llegada. Tomó el mismo lugar que la ocasión anterior, al tiempo que Griss, una hermosa joven que trabajaba desde hacía dos años en el lugar le ofrecía la carta y le servía una taza de café americano. La fragancia del café invitó a Said a recordar un episodio importante de su vida y casi al instante sus recuerdos parecían absorber la porción de realidad en la que vivía y trasladarlo a un elegante café en una fría mañana de diciembre en uno de los lugares más hermosos que Said haya conocido; Apan, Hidalgo.

Era por muchas cosas uno de los lugares favoritos de Said, tenía la costumbre de tomar el café en las mañanas, antes de ir a trabajar.

-Mal de amores ¿cierto?- Dijo una voz, al tiempo que un hombre de pelo cano se sentaba frente a Said.

-No- Contestó Said un poco confundido.

-La vida te enseña a reconocer ciertos detalles en la gente hijo- Contestó aquel hombre.

-No en mi caso- dijo Said, tratando de cortar la conversación.

-La gente piensa que sabe lo que ve, pero no todo lo que vemos es la realidad, la realidad es subjetiva- Agregó aquel hombre, levantándose y caminando a la salida.

-¿Puedo preguntarle cómo se llama?- preguntó Said, pero el hombre no contestó y cruzó la calle apresuradamente.

-¿Va a pedir algo más?- Dijo Griss, interrumpiendo los recuerdos de Said con una hermosa sonrisa, tan hermosa que parecía inundar de alegría aquel recinto.

-Sí, mmm tráigame otro café y una pieza de pan- Contestó Said.

-Es usted algo extraño- Dijo Griss.

-¿Por qué?- Preguntó Said.

-No sé, casi no sonríe y parece que no vino con la intención de comer algo- Contestó la Joven.

-Espero a alguien- Contestó fríamente Said.

-¿No prefiere un copa?- Sugirió Griss.

-¡No!- Contestó cortante Said. (Continuará).

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