Travesías didácticas Nº 29 • Diciembre 2018 | Page 63

2.2) Narratividad y educación. Estamos persuadidos de que una de las formas de dotar de sentido a las TIC (si no la más importante), es la de potenciar los procesos narrativos apoyados por nuevas tecnologías. Pese a la realidad que nos desborda diariamente en las aulas, el sistema educativo no está preparado para contener las distintas problemáticas con que cotidianamente nos encontramos. La educación formal en sí misma, está diseñada para impartir instrucción formando a los individuos que pasan por ella, por lo que todo otro tipo de propuesta anexada, es algo que debe proponerse y diseñarse específicamente. Con esto queremos significar que somos conscientes que ni el sistema ni nosotros mismos como docentes, estamos a priori preparados para dar cobertura a las necesidades que un niño, que sufre algún tipo de situación traumática, pueda tener. Pero los educadores podemos formar parte de un proceso de mejora y recuperación de los niños con quienes trabajamos, aunque no todo apoyo puede ser positivo, ya que la organización del mismo después del trauma, puede impulsar un proceso de resiliencia o bloquearlo. En efecto, el sufrimiento quizás sea el mismo en todo ser humano traumatizado, pero la expresión de su tormento, y la revisión emocional del acontecimiento que lo dañó, dependerá en gran medida de los tutores de resiliencia que la cultura disponga en torno al sufriente (Cyrulnik, 2009). Por este motivo, personas que aparentemente viven en situaciones similares, adversas, de exclusión, pobreza, traumáticas o trágicas, consiguen recuperarse, mientras que otras crecidas en condiciones prácticamente iguales, repiten y mantiene esa situación de adversidad, pobreza y exclusión. Por lo antedicho, es que abogamos por la recuperación de la palabra, dado que la narración pensada estratégicamente puede convertirse en una herramienta educativa: habla de ética, de normas culturales, de valores, y del respeto por las diferencias entre otras concepciones. A modo de cierre Provisorio ya que este articulo continua con su Parte 2 en la próxima revista. Por todo lo expuesto, es que defendemos el valor del relato y del potencial didáctico de contar historias, y cuando nos referimos a una defensa lo hacemos en un doble ámbito: en el aspecto pedagógico y en el plano terapéutico. En efecto, elaborar un relato implica trabajar en función de lograr la autonomía, gracias a que toda narración con voz propia implica una representación de uno mismo. Invitar a la palabra, el apoyo afectivo, y la ayuda social, cargan la misma herida de una significación diferente, dependiendo el modo en que las culturas estructuran su relato, haciendo que un mismo acontecimiento pase de la vergüenza al orgullo, de la sombra a la luz (Sommefield, 1999). 61