Travesías Didácticas Nº 22 • Julio / Agosto 2016 | Page 16

Desafíos actuales de la Educación Inicial Lic. Laura Pitluk Por ejemplo, un docente seleccionó para trabajar con sus alumnos una Unidad Didáctica que denominó “Las plantas, las semillas y la tierra se quieren y son amigos”, el formularle la pregunta del “¿Para Qué? lo ayudó a darse cuenta que ese no era un título adecuado para abordar un buen recorte de la realidad ni un modo claro de denominar los contenidos a trabajar; además de no ser pertinente para desarrollar los Campos de Conocimiento seleccionados, favoreciendo a su vez el animismo infantil. Por otra parte, la formulación de esta pregunta lo ayudó a esclarecer que en realidad aquello que deseaba seleccionar para abordar con sus alumnos se refería al conocimiento acerca de la organización de un “Invernadero”, a fin de que las familias comprendan cómo cuidar las plantas en las épocas de nevadas. Así fue arribando a la conclusión de que más que una Unidad Didáctica necesitaba trabajar un Proyecto, cuyo producto final (sumamente importante y significativo) era la organización del Invernadero del Jardín. En este ejemplo, el docente tenía mucha claridad con respecto a sus decisiones y la intencionalidad pedagógica de sus acciones, pero las dificultades surgieron a partir de las creencias estereotipadas referidas a que en el Nivel Inicial se deben poner nombres simpáticos a las propuestas para que sean adecuadas a los niños pequeños. Sabemos que el título o nombre que le damos a una planificación no es lo más importante, sino las metas, los contenidos y especialmente las propuestas de enseñanza a desarrollar; pero también comprobamos diariamente que cuando el modo en que mencionamos una propuesta no es el adecuado o no da cuenta de los aspectos que queremos trabajar, comenzamos una cadena de confusiones que se traslada a toda la planificación y no colabora en la elección y articulación de las propuestas”.5 Necesito volver a destacar una preocupación intensa y compartida por muchos, que hace referencia a las disputas y falsas confrontaciones por las denominaciones que utilizamos para mencionar aspectos que son muy importantes, más allá de ellas. Me refiero, por ejemplo, a la importancia que le otorgamos a la denominación de secuencia didáctica o de actividades, itinerarios o miniproyectos; francamente considero que lo importante es comprender la necesidad de secuenciar dada la modalidad de aprender de los sujetos que hoy reconocemos y el valor de contar con la posibilidad de realizar varios acercamientos al conocimiento para poder ir apropiándoselo; de todas formas, adhiero a utilizar las denominaciones que presentan los documentos curriculares para facilitar las situaciones. Algo semejante sucede con la definición de las metas como objetivos (en término de los niños) o propósitos (en función de los docentes); se pueden aceptar ambas si reconocemos que los objetivos se definen hace muchos años (desde la escritura del Diseño curricular de la Ciudad de Buenos Aires en 1989) como hipótesis a confrontar en la realidad y no como cambios en las conductas observables; 5 Pitluk, Laura.(2012). “Las prácticas actuales en la Educación Inicial”. Homo Sapiens. Rosario. 14