movimientos corporales surge de estas prác-
ticas y a su vez por las tradiciones basadas
en relatos o cuentos, música y acción ritual
o ceremonial, dando paso a la interpretación
de costumbres y tradiciones de un pueblo a
través de la danza.
Partiendo de las teorías y conceptos sobre
folklore y danza explicados anteriormente,
se puede hacer referencia a la instituciona-
lización de la danza folklórica o tradicional
en Centroamérica. En Guatemala, los pri-
meros intentos por institucionalizar la dan-
za tradicional comienzan a mediados de
la década de los años 40 con la revolución
de 1944, siendo electo el doctor Juan José
Arévalo Bermejo, gobernando desde 1945
a 1951, quien destaca por su programa de
educación y cultura en general basado en
la Constitución del 11 de marzo de 1945,
en la sección IV, artículo 79, el cual decla-
ra que «El fomento y divulgación de la cul-
tura, en todas sus manifestaciones, cons-
tituyen obligación primordial del Estado».
(Mertins; Molina & Acosta, 2009, p. 12) Entre
1945 y 1950 surgen los primeros grupos de
danza en Guatemala, que interpretan pie-
zas de tradición maya, bailes regionales de
Guatemala, Centroamérica y Latinoamérica;
de este modo el profesor Alberto Navas fue
organizador, maestro, bailarín y coreógrafo
del grupo de danza Caravana, presentando
espectáculos de carácter musical, pero agre-
gando coreografías de proyección folklórica
guatemalteca y española. Estadio a la fun-
dación del ballet de Guatemala en 1948, pri-
mer grupo institucionalizado por el acuerdo
gubernativo 159 el 23 de abril de ese mismo
año. (Mertins; Molina & Acosta, 2009) Se for-
ma en 1949 la Escuela Nacional de Danza y
en 1964 el Ballet Moderno y Folklórico (Ávila,
2015).
En El Salvador, el proceso de instituciona-
lización de la danza pasa por los militantes
de la izquierda quienes, en la segunda mitad
del siglo XX, «incorporaron a los sectores
subalternos, especialmente a los indígenas
en la historia nacional, como una forma de
rechazo a la tradicional historia liberal que
daba todo el protagonismo a los próceres
independentistas y a los caudillos» (López,
2005-2006, p. 106), de este modo la institu-
cionalización de la danza folklórica comien-
za con la fundación de la primera Escuela
Nacional de Danza Morena Celarie en 1951,
que es el semillero para la creación del Ballet
Folklórico Nacional en 1977. (Cultura El
Salvador, 2008)
En Honduras, el esfuerzo por los procesos
de institucionalización de la danza comien-
za con la intención de forjar la identidad na-
cional, promovida por algunos intelectuales
como Rómulo E. Durón y en el marco de los
enclaves que están íntimamente ligados a
las intenciones de destacar características
propias y la hibridación cultural manifesta-
da en dicha época, y que será representada
en las costumbres de todo el pueblo hondu-
reño en las primeras décadas del siglo XX.
(Barahona, 2005) Sin embargo, su institu-
cionalización se remonta, primero, a través
del cuadro nacional de danzas folklóricas
en 1956 fundado por Rafael Manzanares
Aguilar, (Manzanares, 2008) y segundo, en
1958 con la fundación de la primera escue-
la de danza, teatro y música bajo el nombre
de Teatro Infantil de Honduras, creación de
Mercedes Agurcia Membreño. Actualmente
funciona como Escuela Nacional de Danza
Mercedes Agurcia. Posteriormente se fun-
da el Cuadro de Danzas Folklóricas del
Departamento de Arte en la UNAH el 12 de
septiembre de 1981, su primer director y
coreógrafo fue Jorge Armando Ferrari, pu-
pilo de Rafael Manzanares Aguilar. (ARTE-
UNAH, 2016)
En Nicaragua son varios los precursores
en la formación de los grupos de danza de
proyección artística y bailes folklóricos, en-
tre ellos Chonita Gutiérrez, Camilo Zapata,
Irene López, Bayardo Ortiz y Antonio Dávila.
El auge de la danza como arte escénico se
manifiesta desde los años 60 y 70, en lo clá-
sico, contemporáneo y folklórico, especial-
mente los ballets folklóricos de Ronald Abud
y Alejandro Cuadra. Este último el primero en
conformar una agrupación folklórica universi-
taria. Igualmente, Haydée Palacios destaca
en la enseñanza de la danza folklórica. La
Revolución Popular Sandinista promueve
un auge en las agrupaciones de proyec-
ción folklórica, entre ellos el Ballet Folklórico
Nicaragüense, que abre el camino a la insti-
tucionalización de la enseñanza de la dan-
za. Así, en los años 80 se crea la Escuela
Nacional de Danza. (Alfaro, 2000)
Costa Rica comienza el proceso de insti-
tucionalización en 1978, sin embargo, sus
inicios se encuentran en la Universidad
Nacional. En 1974 inauguró la primera es-