valores éticos, tales como la tolerancia, el respeto, la justicia, creatividad, amor
y paz, entre otros, lo cual desencadenará en una secuencia de hechos que,
finalmente ayudará al fomento de los valores humanos.
En relación a este planteamiento Pérez Esclarín (ob. cit.), expone que:
“…no se trata de impartir o transmitir valores, sino sembrarlos en la práctica
pedagógica, de modo que los alumnos los vivan en la cotidianidad”. (pág. 97).
De ahí la necesidad de clarificar los propios valores en el contexto de una
cultura y una sociedad que no se cansa de proponer el individualismo, el
egoísmo, el consumo y el tener, como los genuinos valores que realzan a la
persona y dan pleno sentido a la existencia.
3. A manera de reflexión final
No es suficiente proclamar valores, es necesario formar al individuo con
un sistema de valores basado en principio que esté en armonía con el bien
común, para ello la palabra y la acción son condiciones para educar en valores.
Se ratifica entonces que es necesario emprender una reflexión profunda
acerca de las posibilidades y limitaciones de la familia y la escuela en la
actualidad, acerca de la capacidad para transmitir una cultura, unas
tradiciones, unos valores en síntesis, una visión integral del mundo y acerca
de los compromisos que se pueda auspiciar para estimular la función
innovadora y creativa de nuestros educadores.
Sobre la base de las consideraciones anteriores, el reto humanizador
de la educación puede desarrollarse a partir de la atención de los valores éticos
como el componente primero y fundamental de la acción educativa. Los
valores han de constituir el núcleo generador de todas las decisiones y
concreciones curriculares y en consecuencia toda la planificación escolar, lo
cual debe complementarse en el hogar.
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Arbitrado
deberá pensar en una investigación cualitativa que le ayude a transmitir