Revista Salud en Armonía Edición 36 | Page 19

Vivimos deprimidos por exceso de pasado, estresados por exceso de presente y ansiosos por exceso de futuro. Vivimos en el placebo de gastar en todo cuanto puedan y quieran ofrecernos y vendernos, incluyendo objetos de moda y petardazos de fi lantropía, en lugar de invertir en nuestra salud mental. Todos conocemos a alguien que vive esperanzado en recibir el aguinaldo para “sacar” el “aifon”, aunque odie a su supervisor y no quiera dejar su trabajo para poder pagar los 24 meses del plan, en lugar de guardar ese aguinaldo en un ahorro de 3 meses de salario para poder cambiar de trabajo (y de supervisor). Como dice mi esposa (psicóloga clínica): somos seres de urgencias y soluciones inmediatas. Y después de la fiesta, por ahí del 7 de enero para unos y del 3 de febrero para otros, llega la resaca. Y no precisamente la del alcohol, que va dejando de sentirse con la llegada del Año Nuevo, sino la resaca emocional, la reaparición de la conciencia, no sólo financiera, sino personal. ¿Qué dije que iba a hacer el año pasado? ¿Qué intenté hacer el año pasado? ¿Qué logré hacer el año pasado? ¿Qué quiero, puedo y pretendo hacer este año? La realidad es que terminamos haciendo lo mismo, porque somos animales de rutina y de confort. Y luego vienen las deudas (con otros y con nosotros mismos), morales y económicas. Pasada la sobredosis de dopamina y de serotonina que nos provocan las compras y las convivencias, regresamos a nuestro estado basal, inconformes con nosotros, con nuestro personaje, con nuestra familia, con nuestro trabajo (con nuestra realidad); incluyendo nuestra ciudad, nuestro estado, nuestro país, nuestro mundo, nuestra galaxia y hasta nuestro universo. Buscamos el fallo en el sistema sin ganas de aceptar que somos nosotros mismos quienes formamos parte de él y ayudamos a crearlo. Porque, eso sí, cambiar no es sufi ciente: tenemos que cambiar para mejorar y no para empeorar.