Revista Perniciosa 2 | Page 6

Siempre construíamos casas desde que éramos niños hacíamos casitas en los pastizales que se prendían fuego en los agujeros que dejaban las palas excavadoras siempre levantábamos casas lejos de la vista de los adultos y convencíamos a nuestras hermanas -pobres ellas, tan virginales, tan inocenteslas convencíamos de que vinieran a jugar y éramos el melena, mi hermana, yo y la hermana del melena y a veces venía el puto del barrio que se encargaba de decorar las casitas donde latía el pavor de una infancia en fuga donde se vertían deseos en forma de puntales y había muñecas y algunas veces té frío y cuando fuimos un poco más grandes una petaca y cigarrillos allí nacía nuestra pequeña perversión y la hermana del melena era muy linda -de un día para el otro le habían crecido las tetasy mi hermana era muy fea pero no sabía decir nunca que no y la pasábamos muy bien construyendo casas lejos de la vista de los adultos y nos tocábamos con los dientes/con las muelas algo nos sujetaba impidiendo que el viento nos llevara algo que venía desde muy adentro/sin hacer ruido a veces hacíamos camas con hojas secas y dormíamos los cuatro sin pensar en cuanto faltaba para que terminara la sin pensar en cuanto faltaba para que terminara la infancia para que terminara la escuela para que nos fuéramos del barrio para que vinieran los Mateluna los vecinos pobres y quisieran jugar con nosotros eran dos varones y cuatro niñas fue entonces cuando el melena y yo abandonamos la monogamia y se nos antojo tener un harén entonces invitamos a las hijas de Garcés y a las sobrinas de Arce y a las primas de Contreras y a las nietas de Romano pero el poema había terminado mucho antes cuando éramos el melena y su hermana, mi hermana y yo después tuvimos otras casas también tuvimos otras mujeres pero el poema había terminado mucho antes y lo único que restaba era este deambular por pensiones recordando una infancia que enterramos de repente Octubre/noviembre 2005