Siempre construíamos casas
desde que éramos niños hacíamos
casitas
en los pastizales que se prendían fuego
en los agujeros que dejaban las palas
excavadoras
siempre levantábamos casas
lejos de la vista de los adultos
y convencíamos a nuestras hermanas
-pobres ellas, tan
virginales, tan inocenteslas convencíamos de que vinieran a jugar
y éramos el melena, mi hermana, yo y la hermana
del melena
y a veces venía el puto del barrio
que se encargaba de decorar las casitas
donde latía el pavor de una infancia en fuga
donde se vertían deseos en forma de puntales
y había muñecas y algunas veces té frío
y cuando fuimos un poco más grandes una petaca
y cigarrillos
allí nacía nuestra pequeña perversión
y la hermana del melena era muy linda
-de un día para el otro le habían crecido las tetasy mi hermana era muy fea
pero no sabía decir nunca que no
y la pasábamos muy bien
construyendo casas lejos de la vista de los adultos
y nos tocábamos con los dientes/con las muelas
algo nos sujetaba
impidiendo que el viento nos llevara
algo que venía desde muy adentro/sin hacer ruido
a veces hacíamos camas con hojas secas
y dormíamos los cuatro
sin pensar en cuanto faltaba para que terminara la
sin pensar en cuanto faltaba
para que terminara la infancia
para que terminara la escuela
para que nos fuéramos del barrio
para que vinieran los Mateluna
los vecinos pobres
y quisieran jugar con nosotros
eran dos varones y cuatro niñas
fue entonces cuando el melena y yo
abandonamos la monogamia
y se nos antojo tener un harén
entonces invitamos a las hijas de Garcés y a las
sobrinas de Arce
y a las primas de Contreras y a las nietas de Romano
pero el poema había terminado mucho antes
cuando éramos el melena y su hermana,
mi hermana y yo
después tuvimos otras casas
también tuvimos otras mujeres
pero el poema había terminado mucho antes
y lo único que restaba
era este deambular por pensiones
recordando una infancia
que enterramos de repente
Octubre/noviembre 2005