Decime nena cuántas veces te dije vas a
quedar... a vos te parece que por un
minuto de placer te iba a dejar con un hijo.
La policía me pega por haber matado al
mellizo, me pega con cinturones negros de
hebillas anchas y plateadas. Quieren que les
cuente la historia del mellizo muerto. Policías
violadores con todo ese correaje sagrado, con
ese olor a cuero, quieren que cante, que
declare cómo maté al mellizo. Ahí está la
madrecita mirándome, mi padre, el
paraguayo, todos rodeándome, me torturan y
me gritan asesino. Le sonrío al policía y le
señalo al paraguayo con el dedo y le digo él
es el culpable por glotón. Pero me ponen la
luz en los ojos y me preguntan dónde escondí
el cuerpo del mellizo muerto, entonces les
cuento lo que me contó la abuela, de que está
en la Chacarita, el último nicho empezando a
contar de la derecha, cerca de la tumba de
Gardel, tan alto que nunca alcancé a ponerle
flores.
Yo no lo conocí al muerto, cuando él murió yo
no había nacido todavía, sólo sé que eran dos
varones, uno no resistió la inyección y murió,
murió porque llevaba la sangre del padre, el
otro, el que llevaba la sangre de la madre se
salvó.
Inmóvil, insobornable, desde la silla nos vigila
el cinturón de don Pedro el policía. Él duerme,