Revista Perniciosa 2 | Page 3

Esta vez la crisis ha sido silenciosa, no hubo grandes estallidos ni tampoco voló nada por los aires como en los viejos tiempos, se ha tratado de una lenta implosión que terminó por convertir en polvo todo aquello que nos permitía sostenernos, mientras hacíamos equilibrio al borde del precipicio. Porque nunca estuvimos demasiado lejos de ningún abismo. Lo trágico y sus voluntades siempre estuvo ahí. Pronto será verano y nos invadirán las postales de las playas, de los culos, las imágenes de los bellos hombres que discuten de economía con el mar de fondo, y una sensación de pérdida definitiva nos recorrerá. Papá llegará, como siempre, puntual del trabajo, saludará a mamá que a esa hora se ha puesto linda y lo espera con la cena servida, encenderá la televisión un instante, le preguntará a sus hijos como les fue en la escuela y se irá a dormir, con el mismo gesto de derrota de todos los días. Mamá lo abrazará con la estúpida esperanza de recuperar aquellos breves momentos donde un fuego crepitante les recorría la piel, y él con indiferencia le retirara la mano, harto de compartir la cama con ese cuerpo regordete, repleto de estrías, tan ajeno a los cuerpos esplendorosos que la televisión muestra a toda hora. Vos que estás estudiando, sola, lejos de tus padres que últimamente han envejecido tanto, que salís todos los sábados al mismo bar y te juntás con gente que parece no importarle nada y es tan divertida, subirás al coche de ese tipo que durante toda la noche te remarcó que era el hijo del dueño de… y lo besarás mientras avanzan por una carretera vacía con luces insomnes y pensarás en un momento que todo esto no tiene ningún sentido y le enviarás un mensaje a tu amiga que esta noche duerme con su primo y se tocan, se babosean, se emborrachan, porque ellos mucho tiempo antes se han dado cuenta que todas las esperanzas han sido cercenadas, y le dirás que buscás algo que te arranque de esta vida. Vos, joven profesional, fingirás que está todo bien, que todo va viento en popa, y esa chica que has convertido en tu esposa hace unos meses te preguntará si ese vestido le queda bien, que anoche soñó que viajaban al Mediterráneo y tendrás ganas de golpearle la cabeza contra la pared, porque acaban de decirte en tu trabajo que pronto habrá una reducción de personal y que vos estás en la lista. Más allá, del otro lado de la ventana, nosotros los parias, los que la cultura no quiso ni la economía necesitó observaremos todo con un gesto de espanto, ya no nos obnubilaran los espejismos de una vida reposada ni las promesas de los que se desgañitan hablando de un futuro esplendoroso, al fin habremos aceptamos la derrota y nos confundiremos en las calles entre orgías de hambre y muerte que se celebran apenas se apagan las luces, con el único consuelo de un sorbo de vino barato caliente, sin otra familia que unos cuantos solitarios vagabundos capaces de compartir hasta su cuerpo por nada. Vendrán días en que observaremos con un gesto de incredulidad las imágenes de un país que habrá tocado fondo definitivamente y mientras la televisión emite imágenes de saqueos, de protestas, de policías reprimiendo, abrazaremos un cuerpo que a esta altura ya ha se ha vuelto rutinario e intentaremos penetrar en él con el mismo gesto de fastidio y comprenderemos la inutilidad de todo esto a lo que nos aferramos, sabremos al fin que todo lo que nos puede iluminar es apenas la devastadora ambivalencia de unas vidas determinadas por el desenfreno y la incertidumbre.