Revista Perniciosa 2 | Page 25

El reloj se adormece ya sin horas, desde el patio llega la voz de mamá llamándonos a comer. Por un momento reina la confusión de una edad muerta a palos, dónde todos los hechos se aventuran a desmentir nuestras teorías. El ruido que emiten las aletas del ventilador se parecen a un aleteo moribundo, digo, y ella se da vuelta, regalándome una sonrisa. Nos sentamos a la mesa. Hugo cuenta por decima vez, la historia de su hermano Ramón que el verano pasado se fue de viaje a Miami. El año que viene vamos a ir con mi mujer y los niños, dice Hugo. Carmen dice que Disneyworld es una mierda. Cuando cumplió quince fue con unas amigas y se aburrió enormemente. Hugo afirma que los dibujos animados de Disney son totalmente inofensivos, por qué no hay violencia, ni referencias políticas. Ya no se hacen dibujitos de ese estilo, dice la mujer de Hugo. Carmen me roza con su zapato la pierna y me pide que la saque, que la lleve lejos de esta gente aburrida. A ese Hugo ya no se le debe parar, dice y baja el pulgar. Vamos a mi pieza a mirar videos en MTV. Están pasando uno de Sonic Youth. Ella tararea la canción mientras acaricia con la yema de sus dedos mis piernas. Por primera vez, en mucho tiempo al sentir sus caricias me siento en paz conmigo mismo. Pienso en mi destino, en que después de todo, sea algo sencillo como acostarme con Carmen, penetrarla sin haberla amado nunca. Sujeto sus manos, las acaricio suavemente y ella responde con un beso. Recorre con la punta de su lengua la comisura de mis labios. Me mordisquea traviesamente mientras me acaricia el vientre hasta rozar con sus largas uñas mi cuello. Respondo estrujando sus pezones a través de la remera, y ella suspira, se entrega, balbucea cosas incoherentes. Busco algún recuerdo en mí , y no encuentro nada, no encuentro nada en mí. Oigo los latidos de su corazón, a través de sus pechos que se agrandan, y se agrandan, hasta convertirse en tetas colosales que desbordan de placer. Sigo los latidos como quien persigue el son de un tambor en la arena caliente. Ella me clava los dientes en el cuello, y tira con fuerza. Siento un chispazo de dolor en mi cerebro, los oídos parecen sangrar. Ella ríe enloquecida, con los labios llenos de sangre. Le estoy dando por atrás, con fuerza, con rabia, domando ese culo que me ha quitado el sueño, arañando su espalda. Carmen, gime con la boca torcida, mientras vocifera un rosario de insultos. Cuando el sol de la tarde, se pone en la ventana, reflejándose en el cristal, reúno todas mis fuerzas, invoco mis demonios, y eyaculo sacando el miembro, derramando el semen espeso en sus nalgas. De su boca afloran bocanadas de vapor que titilan, y yo dejo de embestir contra su cuerpo, falto de aire, falto de pudor. Alguien desde la cocina, nos llama a tomar el té. Ella me mira con una sonrisa cómplice, y tras vestirse con rapidez sale arreglando su pelo. Yo me quedo en silencio, observando con la vista perdida, el hueco por el que las sombras con imprudencia empiezan a entrar a mi cuarto, la mancha espesa de semen que empieza a marchitarse en el suelo.