UNIVERSIDAD TECMILENIO
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pasos atrás y descubrió una trampilla de madera en el suelo. La levantó con cui-
Literaria
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–Estuviste leyendo durante
mucho tiempo. ¿Tus dudas
se han aclarado?
dado y bajó la vela para alumbrar el interior. Había una escalera de metal que
bajaba varios metros. La chica pasó el candelero a su mano izquierda y comenzó
a bajar, pero cerrando antes la puerta. El cuarto peldaño de la escalera faltaba, y
su pie no tuvo apoyo, haciéndola perder el equilibrio y soltar la vela para poder
sostenerse. Como pudo, continuó, palpando las paredes para ayudarse a bajar.
Pensaba buscar la vela para alumbrar al llegar abajo, pero cuando tocó el sue-
–Pues, sinceramente no estoy
muy segura de cómo
llegué aquí.
–Eso creo, pero quiero
quedarme un rato más.
lo se percató de que había un corredor con antorchas a los costados, y aunque
intentó encontrar el candelero, este parecía haber desaparecido. Se sacudió las
manos y caminó por la galería. Ésta terminaba en la entrada a una construcción
grande, llena de vida y de libros.
Jade nunca había visto tantos libros
vando el lugar. Era un atrio circular
con aproximadamente doce metros
Sólo caminé hacia esta dirección
y encontré la entrada,Pero ya
que has preguntado...
– Una biblioteca.
juntos. Caminó anonadada, obser-
–¿Qué hora es?
realmente me gustaría leer libros
que hablen de libertad e
independencia. – contestó
– Pero, ¿qué es eso?
de alto. No sabía cómo el lugar te-
nía esa altura si no se veía desde
arriba, pero luego recordó que más
adelante había un cerro, así que su-
–Es un lugar donde hay muchos
libros. – le respondió el joven
pacientemente.
–Bien, sígueme, te voy a
llevar a esa sección.
puso que la construcción estaba en
el interior de la colina. Había estan-
terías en las paredes, desde el suelo
Caminaron hacia la puerta al fondo, y se detuvie-
–Es hermoso
acceso a cada uno de los estantes.
–Las cinco de la madrugada.
¿Por qué la pregunta?
–Pues… tengo que volver
a casa.
ron a la izquierda de ella..
hasta el techo, llenas de libros, y ha-
bía escaleras de caracol que daban
–Claro – el muchacho
sonrió
–¿Cómo? Creí que ibas a
quedarte a vivir
–Lo sé, es impresionante.
¿Cómo te llamas?
Al otro lado del atrio, justo enfrente
de la entrada por la que Jade había
llegado, había una puerta de made-
–¿A vivir? ¿Cómo voy a vivir
aquí? –le dijo Jade, confundida
–Jade, ¿y tú?
ra oscura. En el suelo había sillones
–Gracias.
y mesas de trabajo llenos de gente.
La chica caminó lentamente hacia
el centro del lugar y se topó con un
chico muy delgado de cabello oscu-
–Soy Álvaro. Vaya, tu nombre
es bello. Te llamas como la
piedra semipreciosa, ¿no?
para preguntarle sus dudas.
–¿Qué es este lugar?
– le preguntó
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–Eso creo, yo siempre pensé
que este era un nombre que
mi mamá había inventado.
mesa de trabajo.Prendió una lámpara, tomó un
bloc de notas y una pluma que había sobre el es-
madamente dos horas, sin sentir el paso del tiem-
po, y cuando terminó, tenía una buena cantidad de
–Álvaro señaló la puerta de madera oscura
-Ahí hay hab