Revista Millennials Agosto 2017 | Page 32

UNIVERSIDAD TECMILENIO [email protected] [email protected] Cultura de prevención Literaria 33 31 pantalón de mezclilla, una playera blan- fiado los cables, ya que por la ventana que con el viento y la lluvia la vela se cían cernirse sobre ella como si fueran a cobrar vida y asfixiarla en cualquier momento. ca y una sudadera negra. Caminó sigilo- no se veía alguna luz encendida. Jade apagaría rápidamente; y así sucedió en Después de un rato, los árboles comenzaron a desaparecer y nubes cubrieron la luna, samente fuera de su habitación, y con suspiró, y sacó una vela y cerillos de un cuanto empezó a correr. Avanzó cuadras dejando sólo la vela como luz para iluminar el camino. cuidado cerró la puerta detrás de ella. gabinete. Miró a su alrededor, asegu- y cuadras, empapándose con la lluvia y Mientras caminaba, Jade reflexionaba acerca de los límites de la ciudad. Nunca había ha- Para su desgracia, esta rechinó, hacien- rándose de que estaba sola, y raspó el sin saber exactamente hacia dónde se bido un muro o cerca electrificada, sólo estaban los bosques secos, y ella nunca había ido do que los ronquidos de su padre cesa- cerillo en el suelo, encendiéndolo. Ob- dirigía, pero intentando alejarse de la más allá del inicio de estos, hasta ese día. Nunca había escuchado de alguien que hubiera ran por unos segundos. La muchacha servó el fuego, hipnotizada por su calor ciudad lo más posible. Dejó atrás pla- pasado al otro lado del bosque. La gente simplemente se resignaba a que la vida sólo cerró la mando en un arranque de frus- y prendió la vela. Caminó hasta la sala zas, tiendas, empresas, fábricas, y has- existía en esa región, y nunca se les había ocurrido investigar qué había más allá. La teoría tración. Nadie debía saber que estaba con el candelero en la mano y se sentó ta la presidencia, llegando a una zona de la chica sugería que todo era culpa del estatus quo, de la automatización de las perso- despierta, ni lo que se proponía. en el suelo para ponerse los calcetines llena de árboles y plantas secos, donde nas, de la regla de ser igual a todos. Si tan sólo la gente supiera que había más opciones, ¿Qué pensaba hacer? Quería buscar y los zapatos, dejando su fuente de luz bajó el ritmo y siguió caminando con más vocaciones, más formas de expresarse, entonces intentarían romper los límites que respuestas. Quería entender por qué a la derecha. Tomó los calcetines y se tranquilidad aparente. Sus pies estaban los habían mantenido cautivos durante toda su vida. Si ella no hubiera encontrado ese su sociedad no toleraba a las personas percató de que uno era amarillo y otro mojados, y llenos del lodo que la lluvia pequeño y revelador libro, hubiera vivido con una mente cerrada toda su vida, y no estu- que querían ser diferentes. Bajó las es- verde, pero le dio poca importancia y se había creado con la tierra. No tenía idea caleras y entró a la sala para recoger sus los puso. A continuación, tomó sus za- de qué hora era. La última vez que vio viera haciendo lo que en ese momento. el paso.Cuando estuvo más cerca, forzó zapatillas de deporte. Las tomó, y con patillas y se las calzó, apretando bien un reloj fue cuando pasó por una de las A pesar de nunca haber pisado ese te- la vista para identificar de d ónde venía la una punzada de irritación recordó que las cintas y haciéndoles doble moño. plazas. En ese entonces, las manecillas rreno, la chica sentía que estaba a salvo luz. Era un foco instalado en un letrero de no tenía calcetines, así que las dejó en Avanzó hasta la puerta de su casa, sos- marcaban la una cuarenta y tres de la y no sabía por qué. Había una cosa de la madera. Había unos cuantos árboles cerca el suelo y subió a su habitación a tomar- tuvo la vela cerca del picaporte para gi- madrugada, pero hacía un buen rato que que estaba segura: jamás se había senti- de ahí, pero sólo hasta que llegó frente al los. Abrió levemente la puerta, y se coló rar la llave que estaba insertada en este, había sucedido eso, así que Jade calcu- do tan libre en su vida, y en ese momen- letrero se dio cuenta de que eran árboles por la rendija. Revolvió en uno de los y abrió la puerta con sigilo. Una ráfaga laba que ya eran las dos veinte. Se puso to no le asustaba la libertad. Había creí- frutales. El pedazo de madera de donde cajones, y no encontró pares, entonces de aire helado se coló por la entrada, en cuclillas en el suelo y prendió la vela do que el salir aunque hubiera toque venía la luz decía “Biblioteca”. Jade no es- tomó dos calcetines que tenían la mis- haciendo que la muchacha se estreme- con cuidado de que el aire y el agua no de queda le causaría temor, pero no fue taba muy segura de lo que eso significaba, ma textura, esperando que fueran igua- ciera. Salió a la calle y cerró la puerta apagaran la llama. Le tomó unos segun- así. De hecho, le agradaba la sensación pero creía que tenía que ver con un lugar les. Giró hacia la entrada del cuarto, y con seguro detrás de ella, pero llevan- dos darse cuenta de que ya no soplaba de ser la única persona fuera de casa donde se guardaban cosas de algún tipo. salió cuidadosamente. Volvió a bajar, do consigo la llave, y se echó a correr viento ni llovía en esa área. Se levantó en esos momentos. De pronto, vislum- Miró a su alrededor. Ahí no parecía haber entró a la cocina y presionó el interrup- por las oscuras y solitarias calles con la y avanzó, adentrándose en el seco bos- bró una luz a lo lejos. El hecho de que ninguna construcción. Sopló en el letrero tor para prender la luz, pero nada suce- llave y el candelero en la mano. Llevaba que. Las sombras de los árboles creadas hubiera electricidad más allá del límite y descubrió un delicado grabado que po- dió. Seguramente la lluvia había atro- los cerrillos en el bolsillo porque sabía por la luna en cuarto menguante pare- de la ciudad le causó emoción, y apretó nía: “Debajo de ti”. Dio un par de tecmilenio.mx tecmilenio.mx tecmilenio.mx [email protected] 1