Revista Innombrable # 7 - Muros Poéticos, Ciudades del Silencio - 2015 | Page 31
pinches caras.
La ciudad, mía para trabajar en ella. La ciudad, de unos cuantos para gozarla. Seguiré con mi libertad
para comer tacos de suadero (ahora de $8 pesos, antes de $5); comprando mi ropa en el tianguis; y
juntando para celebrar los 15 años de mi hija con un buen sonido, no La Changa, ni el Cóndor, pero
uno que toque rolas chidas; apiñando una lana para el mole, los pomos, porque de lo demás buscaré
padrinazgo. Pero ni modo de pedir padrinos para que paguen a los policías por permitirme cerrar la
calle donde será el vals.
Los de lana, compran sus ropas… no sé ni dónde. Tampoco me imagino dónde comen, dónde celebran,
cuánto les cobran sus putas. No me imagino ni madres de ellos, pero me caen gordos los culeros.
La ciudad, el único lugar de encierro donde me siento libre. El único lugar donde puedo soñar, gratis,
no sólo en mi catre, sino en las dos horas y media de trayecto a mi esclavitud moderna.
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