Revista Innombrable # 6 - Eterno Femenino Cuerpo y Erotismo - 2014 | Page 78

Las despedidas eran largas y humedecían las noches y los días, aunque estuviera realizando las labores más insólitas. Ahora es distinto, los chicos entran a la casa y dicen «¡Hola!» y pasan directo al dormitorio y a una ni se le ocurre golpear la puerta. Soñaba con el sexo después de casada. Me imaginaba haciendo el amor en la alfombra, en el baño, en una silla a la mañana, mientras desayunábamos o en la mesa de la cocina después que mi ardiente marido con un gesto violento, (¡tan visto en las películas y no teníamos escritorio!…) tirara el mantel con los utensilios de la cena. Lo vislumbraba despertándome con besos, por lugares que me daba vergüenza decirlos en voz alta. La realidad no colmó las expectativas de mis venturosas aspiraciones. Esos imaginarios despliegues amatorios, no se concretaron ni en la rutina de la cama de matrimonio. A pesar que yo no contaba con otras experiencias sexuales, las hormonas y mi carácter fogoso lo guiaban por aquí, por allá, porque el hombre rumbeaba mal y no era dedicado en esas cuestiones. Además resultaba propenso a distracciones varias y padecía un cansancio crónico. Sí, en plena juventud llegaba a casa un pingajo de marido, agotado, después de ocho horas de trabajo y cuatro o cinco horas de frontón, tenis o futbol. Se anotaba en cuanto campeonato circulaba, «Vas a terminar jugando a la rayuela» le decía yo. Y sus actividades no terminaban ahí. Además el desgraciado era adicto a la caza y la pesca. Así que, desaparecía los días libres y todos los de vientos propicios; las licencias completas, sin importar el estado del tiempo. Y yo recitaba con verdadero dramatismo, los versos de Juana Ibarbourou « ¡Tómame ahora que aún es temprano!». Pero pensaba en el amor y que no tenía ningún vicio… ningún vicio peligroso. Con los años, me empezó a tirar indirectas, «Si me cambiaran la montura». «Todos los días puchero». «Las mujeres no se dan cuenta cuando se vuelven frígidas». Mi abuela decía que no existían mujeres frígidas, sino hombres inexpertos y de pocas ideas. ¡Y yo tenía el mismo menú que él! En resumidas cuentas más de mitad de mi vida he pasado excitada, en una palabra, caliente. En eso, la 72