Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 82

Borges y la trascendencia Cardenal Gianfranco Ravasi La Biblia según Borges Presidente del Consejo Pontificio de la Cultura Antes de ejemplificar su contacto pro- Ravasi, Kodama, Kovadloff y Posse Cierto es que una preocupación metafísica por el trascendente corre como un escalofrío por toda la obra borgesiana. 32• FORO fundo con la Biblia, objeto por demás de una amplia bibliografía, es legítimo interrogarnos sobre la “fe” de Borges, más allá de la consabida etiqueta de “agnóstico” atribuida por la crítica al uso. Esta última, sin embargo, se encuentra forzada de manera inmediata a una serie de precisiones, porque –como se decía arriba– el eclecticismo, la curiositas, la fluidez ideal del escritor obligan a sus intérpretes a continuas enmiendas. Significativa es la definición que le atribuyó un importante escritor afín como Leonardo Sciascia: “Es el más grande teólogo de nuestro tiempo: un teólogo ateo” Este oxímoron era desarrollado por otro admirador y colega, John Updike, así: “Si el cristianismo no ha muerto en Borges, sin embargo en él sí se ha adormentado y sueña caprichosamente. Borges es un precristiano que llena el recuerdo del cristianismo de premoniciones y de horrores”. Cierto es que una preocupación metafísica por el trascendente corre como un escalofrío por toda la obra borgesiana y es algo más que aquella “consolación de la filosofía” a la Boecio que le atribuía Luis Harss. En efecto, aquí se confirma esa oscilación entre polos extremos que ya habíamos subrayado. A diferencia del abbé Cénabre del Imposture de Georges Bernanos que de la ausencia se desplomaba en la nada y en el vacío de la negación completamente atea, Borges constantemente oscila entre ausencia y presencia, entre sueño y verdad. Escribía efectivamente: “En las grietas está Dios, que acecha... Mi Dios mi soñador, sigue soñándome” En esta luz se explican tantas de sus afirmaciones que interrogan a la religión de diversas maneras, a menudo de modo fulgurante como en la sentencia de El aleph (1949) en que “morir por una religión es más simple que vivirla con plenitud”. O según su gusto de la retranscripción de los dichos evangélicos variándolos, como el apelo a la caridad, modelado sobre la estela de la frase de Jesús desconocida por los Evangelios y citada por san Pablo “hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos 20, 35) que es por Borges transformado así: “El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo”. O bien se puede aludir a la tensión hacia una epifanía que sostiene La espera: “Años de soledad le habían enseñado que los días, en la memoria, tienden a ser iguales, pero no hay un día, ni siquiera en la cárcel o de hospital, que no traiga sorpresas, que no sea al trasluz una red de mínimas sorpresas”.