Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 27

Los laberintos de Borges repetir en voz alta para ser poderoso y destruir a Pedro de Alvarado. El cuento termina diciendo que quien ha entrevisto el universo y los ardientes designios del universo, no puede pensar en un hombre, aunque ese hombre sea él. En “El jardín de senderos que se bifurcan” la historia transcurre durante la segunda guerra mundial, narra como un espía al servicio de Alemania, Yu Tsun, se ingenia para hacer conocer desde Inglaterra, a los alemanes, la ciudad que deben bombardear. Para eso elige dar muerte a un famoso sinólogo que lleva, precisamente, el nombre de esa ciudad, el Dr. Stphen Albert. Yu Tsun sabe que es perseguido por Richard Madden, agente inglés que finalmente lo hará prisionero para que sea condenado a la horca. Sin embargo, ya trazado el plan, llega hasta la casa de Albert donde, a través del diálogo, descubre que el sinólogo ha develado el misterio sobre el laberinto y el libro de un antepasado suyo, Ts’ui Pen, de quien Yu Tsun es bisnieto. Ts’ui Pen diría una vez: “Me retiro a escribir un libro”, y otra: “Me retiro a construir un laberinto”. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto era un solo objeto. Lo que devela Albert es un laberinto de símbolos, un invisible laberinto de tiempo. Llega a este descubrimiento preguntándose de qué manera un libro puede ser infinito. El único procedimiento para obtenerlo es el de un volumen cíclico, circular, cuya última página fuera idéntica a la primera o, como en “Las 1001 noches”, cuando la reina Sharazad, por una mágica distracción del copista, se pone a referir textualmente la historia de las 1001 noches, con riesgo de llegar otra vez a la noche en la que la refiere, y así hasta lo infinito. También había imaginado Albert un obra platónica, he- reditaria, trasmitida de padre a hijo, en la que cada individuo agregara un capítulo o corrigiera con piadoso cuidado, la página de los mayores. Sin embargo, lo que le da la clave para comprender los contradictorios capítulos de Ts´ui Pen es un manuscrito que recibe de Oxford, donde Ts’ui Pen había escrito: “Dejo a los varios porvenires (no a todos), un jardín de senderos que se bifurcan”. Entonces Albert le dice, a Yu Tsun, que así comprendió que el jardín de los senderos que se bifurcan era la novela caótica: la frase “varios porvenires (no a todos)”, le sugirió la bifurcación en el tiempo, no en el espacio. En las diversas ficciones, como en la vida misma, el hombre debe optar entre diversas alternativas; en la novela de Ts’ui Pen, el hombre opta simultáneamente por todas: “Crea así diversos porvenires, diversos tiempos que también proliferan y se bifurcan”. Esta es la causa de las aparentes contradicciones de la novela de Ts’ui Pen. Albert le dice que “El jardín de senderos que se bifurcan” es una enorme adivinanza o una parábola cuyo tema es el tiempo. Es una imagen incompleta pero no falsa del universo como lo concebía Ts’ui Pen, quien creía en infinitas series de tiempo que se aproximan, se bifurcan, Aula Magna de la Universidad Pontificia de Salamanca. El sacerdote imagina esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres dando horror a los prados y a los rebaños para conservar un dibujo. FORO •27