Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 20

Atrio de los Gentiles en la Argentina De ninguna manera ha de permitirse que nadie se beneficie en exclusiva de los bienes comunes, y trastoque la jerarquía del bien público y el bien particular. Almagro en Facultad de Ciencias Económicas (UBA). 20• FORO del compromiso solidario y de un comportamiento ético, responsable y transparente. Cuando hace más de setenta años, Orwell escribía que “decir la verdad es un acto revolucionario”, probablemente estaba pensando, visionariamente, en este época nueva, llena de paradojas y de contradicciones que nos ha tocado vivir. Un tiempo en el que, en expresión de ZygmuntBauman, la sociedad se ha vuelto “líquida” y en la que los huma- nos, confundiendo progreso con velocidad, buscamos atajos desesperadamente y nos aferramos a un egoísta estilo de vida que nos ha hecho abandonar la utopía y olvidar el supremo valor de nuestra propia existencia. Los organismos son más vulnerables a medida que se hacen más grandes y complejos; y esa regla de la Biología es aplicable a la Sociedad toda y a la propia empresa, cuya fragilidad va pareja y a la misma velocidad que su desarrollo. Y no bastan las leyes para encauzar el proceso porque, en definitiva, las normas nunca resuelven por sí mismas los problemas y tan solo apuntan la solución para los conflictos en los que pueden aplicarse. Hay que aprender a gestionar, de nuevo, empresas, instituciones y organizaciones; y hacerlo con base en valores que, a su vez, crean valor. Se ha hecho patente la necesidad de gestionar las organi- zaciones de otra manera: estricto cumplimiento de la ley, transparencia, lucha contra la corrupción, compromiso con los derechos humanos y con la Responsabilidad Social, que en definición de la Unión Europea es la responsabilidad de las empresas (y de todos) por sus impactos en la Sociedad. Estamos en los albores de una nueva época, más de intemperie que de protección; un instante mágico en el que la lucha por el hombre mismo y por los valores en las organizaciones –si así nos lo proponemos– podrá instalarse definitivamente entre nosotros. Una batalla larga y difícil, sobre la que ya nos advirtió Nietzsche: “una generación ha de comenzar la batalla en la que otra habrá de vencer”. El hombre solo cabe en la utopía y debemos luchar sin descanso para alcanzar esa esperanza consecutivamente aplazada, porque “solo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido” (E. Sábato, 1999). Tendríamos que convencernos de que hay cosas que son de todos, aunque solo estén en nuestras manos, y a todos nos corresponde su última utilidad y defensa (A. Gala, 2015). De ninguna manera ha de permitirse que nadie se beneficie en exclusiva de los bienes comunes, y trastoque la jerarquía del bien público y el bien particular. No podemos confundir fines y medios. Al final, todos los principios éticos y morales se resumen en una sencilla, antigua y olvidada regla práctica: No hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Los valores (y, a su través, la satisfacción de las necesidades humanas, que no otra cosa es el Bien Común, como diría el profesor Stefano Zamagni) son la infraestructura moral básica e indispensable de toda sociedad justa, y de cualquier