Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 121
Responsabilidad Social y Ciudadana
en nuestro país. Más allá de las distintas
estadísticas que se publican, hay aquí una
realidad de pobreza estructural, de nuevas pobrezas y de desigualdad creciente,
que demandará décadas para ser reducida, requiriendo de esfuerzos privados y
públicos consistentes y sostenibles, así
como de políticas sociales integrales superadoras de los planes asistenciales, que
sirven como respuesta pasajera, pero
nunca como políticas de largo plazo.
En este contexto, un grupo importante de empresas líderes, han hecho un
recorrido interesante siguiendo el ritmo
de la agenda global y local en materia de
sustentabilidad, implementando con coherencia y continuidad buenas prácticas
empresariales, frente a los diferentes
“drivers de la sostenibilidad”, en un entorno económico complejo donde lo urgente y lo coyuntural se impone, muchas
veces, a la visión de largo plazo.
Este recorrido empresario se demuestra con avances en la adopción de códigos
éticos o de conducta, en gestión ambiental y en la formalización y adopción de
políticas ambientales, en el manejo ecoeficiente de los insumos y la gestión adecuada de residuos, en el desarrollo de
estrategias y programas de inversión social, proyectos de negocios inclusivos, así
como en la comunicación del desempeño
a través de la elaboración de reportes de
sostenibilidad. Actualmente se ve un crecimiento en la utilización de los indicadores de tercera generación (huella de
agua y de carbono); una revalorización de
los ecosistemas y su diversidad biológica,
y una mayor integración de los Sistemas
de Gestión al incorporar nuevos esquemas conceptuales, como la ISO 26.000.
Lo que aún se mantiene como un gran
desafío pendiente, entre otras cosas, es la
profundización
de la articulación
público-privada,
más allá de experiencias puntuales. Esta relación
aún es débil, probablemente recelosa y prejuiciosa,
lo cual no escapa
a la realidad de
los países menos
desarrollados. En este sentido, un mejor
marco institucional y una mejor calidad
de gobierno elevan los entornos en los
que las empresas desarrollan sus negocios. Claramente a las sociedades les va
mejor cuando los países tienen una agenda de desarrollo más ordenada, y cuando existe capacidad de analizar políticas
públicas atendiendo los efectos a largo
plazo de las decisiones.
Más allá de la evolución positiva del
sector empresarial en materia de sostenibilidad, se advierte una brecha importante entre la visión de lo que se ha hecho y las necesidades y expectativas que
los ciudadanos tienen respecto al rol que
las empresas deben desempeñar en u