Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 113
Responsabilidad Social y Ciudadana
Además, las variables económicas
comienzan a complicar el funcionamiento de las empresas que son la base productiva del país. Todo se hace más
difícil y complejo, con los costos asociados adicionales que terminan impactando principalmente en aquellos que menos tienen.
Valga la moneda como ejemplo, pero podría ampliarse esta lista por el lado
de las leyes, normativas y reglamentaciones, y su efectivo cumplimiento, así como por el lado de los mecanismos efectivos de arbitrar e impartir justicia, y la
capacidad como sociedad de establecer
acuerdos duraderos de alcance nacional.
La fragilidad del pacto social corroe
los cimientos culturales mismos de la sociedad, exacerbando comportamientos
disfuncionales para la cohesión del entramado social y abriendo camino a una
suerte de anomia, en donde el futuro del
prójimo nada importa.
La responsabilidad entonces comienza por cómo nos gobernamos los argentinos. Qué tipo de dirigencia amplia
consolidamos, cuáles son los parámetros
aceptados y cuáles los límites. Cómo
asumimos nuestra idiosincrasia y nuestra
formación y educación.
El tema de la educación suele
adjudicársele a la institución “escuela” relegando o desestimando la reflexión sobre que la primera escuela es la propia
familia. Entonces se cierra el círculo y
termina ubicando la responsabilidad en
cada ciudadano y habitante del país. Es
una cuestión netamente cultural y de valores aplicados a la vida cotidiana, en todos los actos que realizamos.
En medio de este contexto específico
de confianza y maduración volátil, los
empresarios deben gestionar sus emprendimientos.
Entre los desafíos que pueden resaltarse y que refieren a su responsabilidad
en este conjunto de dirigencia amplia
del que son parte, encontramos al menos dos aspectos primordiales: la identidad y el diálogo. Luego, un tercero, el
conocido como responsabilidad social
empresaria.
El buen empresario es el sustento del
desarrollo económico del país. Su pujanza imprime, desafía y estimula el espíritu
emprendedor. Fomenta el apego al trabajo y al esfuerzo personal. Promueve el
estudio y la investigación. Educa en la
aplicación práctica de las ciencias, forma
trabajadores y profesionales. Hace crecer el mercado interno y externo. Genera empleo y riqueza económica y social.
Tributa al Estado sus impuestos. Enriquece la imagen del país en diferentes
dimensiones.
El buen empresario debe buscar
transmitir estos rasgos de identidad a
toda la sociedad. En el imaginario colectivo argentino existe la convicción de
que el empresario no contribuye lo suficiente al bien común, al igual que no
lo hacen sus empresas. De acuerdo con
mediciones recientes, la mayoría de la
sociedad manifiesta preferencia por las
empresas públicas.
La fragilidad
del pacto social corroe
los cimientos culturales
mismos de la sociedad,
exacerbando
comportamientos
disfuncionales para
la cohesión del
entramado social y
abriendo camino a
una suerte de anomia.
Nuncio Tscherrig, Ravasi,
Tobías y Verdomar
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