Revista Foro Ecuménico Social Número 11. 2015 | Page 47

Borges y la trascendencia Luce López-Baralt Borges o la mística del silencio: del Aleph al Zahir Catedrática de Literatura Española y Comparada en la Universidad de Puerto Rico, vicedirectora de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y correspondiente de la Real Academia Española En el presente estudio advierto cómo Borges explora de cerca el problema de la inefabilidad del lenguaje para expresar la vivencia mística, es decir, el encuentro directo y sin intermediarios con la Trascendencia. En “El Aleph” el narrador describe su experiencia fruitiva de la Deidad sirviéndose de una cascada de hermosísimas imágenes que se han convertido en emblemáticas de su corpus literario. Pero el alter-ego borgeano no está satisfecho con su hazaña verbal y declara que se trata de un “falso Aleph”. El “verdadero” está en el interior de la columna de una mezquita en el Cairo: los fieles que acercan su oido allí lo perciben como un “atareado rumor”. Borges alardea de conocimientos místicos muy sofisticados, y nos insinúa que la experiencia abismal del Todo no es susceptible de ser traducida ni a través de imágenes ni a través del lenguaje humano, que siempre resulta insuficiente para tal empresa. De ahí la futilidad de su hermosísimo caleidoscopio verbal frente al venerable “rumor” a-lingüístico que no comunica imagen ni se sirve del lenguaje humano para dar un indicio de la alta noticia de la Deidad Infinita. Borges ratifica lo dicho en “El Zahir”, acaso el relato místico más sapien- cial del autor en materia espiritual. El “Zahir” significa “el Dios manifiesto”, el Dios asediado verbalmente por los teólogos y los sabios a través del lenguaje y la razón. Se trata, como dije, de una empresa condenada al fracaso porque Dios trasciende la palabra y la mente humana. Un arabista logra decodificar enseguida la clave oculta del autor: “zahir” en árabe significa “el Dios manifiesto”, que es la perfecta contrapartida -la otra cara de la moneda- del término técnico “batin”, que traduce por “el Dios oculto”. Es decir, el Dios no verbal, el Dios que trasciende toda imagen y toda palabra: el Dios de los místicos auténticos que viven una experiencia supra-lingüística y supra-racional, imposible de poner en palabras. De ahí que Borges, revelándose como un connaisseur del misticismo, no enuncia nunca en su relato la palabra “batin”, que permanece oculta, como el lado reverso de la moneda de veinte centavos. “Detrás del nombre está lo que no se nombra”: el verso contundente bien podría resumir la poética del silencio de Jorge Luis Borges que asedio en mi ensayo. • La experiencia abismal del Todo no es susceptible de ser traducida ni a través de imágenes ni a través del lenguaje humano. Texto completo en atriodelosgentiles.com.ar FORO •45