Revista Foro Ecuménico Social Número 11. 2015 | Page 34

Borges y la trascendencia Los enigmas del cosmos y de la historia se desatan sólo en esta perspectiva trascendente, donde precisamente se posiciona también el enigma temático del libro, el del mal y del dolor. Ravasi con artistas plásticos en la UCA surda y fatal que produce las antípodas de la realidad en modo casual, sino, más bien, de una metarracionalidad que es sostenida, por tanto, de una lógica trascendente e inescrutable. Por eso Job tiene razón al protestar, pues ésta desborda la racionalidad humana limitada, mas, contemporáneamente, se equivoca aplicando e imponiendo su circunscrita capacidad “visiva”, un poco como sucede a quien –contemplando una obra de arte pictórica– se detiene sólo a analizar las pinceladas o los recuadros de color, sin dirigir una mirada panorámica a la obra entera. Será, entonces, solamente por revelación divina (que es precisamente la mirada de conjunto) que Job podrá comprender la colocación de su dolor en el infinito diseño de la ‘esah divina: “Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos” confesará al final (42,5) el gran sufriente. Los enigmas del cosmos y de la historia se desatan sólo en esta perspectiva trascendente, donde precisamente se posiciona también el enigma temático del libro, el del mal y del dolor. ¿Asesino Caín o Abel? Arriba se decía que junto a Job, Borges confesaba amar también Qohetel/Eclesiastés. Eso es comprensible, considerado el corte crítico de este autor bíblico, convencido de que toda la realidad sea hebel, es decir, vacío, humo, vanidad (1,1; 12,8), que la historia no sea sino una incesante rueda de eventos reiterados, que “gran sabiduría es gran tormento porque quien más sabe más sufre” (1,18) y que 34• FORO “todas las palabras están desgastadas y el hombre no puede usarlas más” (1,8). Esto nos ayuda a comprender que –incluso en la rareza de las citaciones explícitas (recordemos sobre todo la poesía Eclesiastés I,9 presente en La cifra (1981), que está basado en la célebre máxima qohelética “No hay nada nuevo bajo el sol”, presentado por Borges como “Nada hay tan antiguo bajo el sol”)– el Eclesiastés pueda haber sido un compañero de viaje en las exploraciones existenciales del escritor, como atestigua la tesis Borges, lector de Qohetet, de Gonzalo Salvador Vélez (Institut Universitari de Cultura, Barcelona 2004). El horizonte borgesiano veterotestamentario explorado por Edna Aizenberg en su estudio Borges, el tejedor del Aleph y otros ensayos; del hebraísmo al poscolonialismo (Vervuert Iberoamericana, Frankfurt am Main - Madrid 1997), podría, en fin, ser ilustrado también por otra perícopa bíblica que más reiteradamente estimuló al escritor y que por él fue afrontada –podemos decir– en modo qohelético. Nos estamos refiriendo al relato de Caín y Abel (Génesis 4,1-16) que tuvo una evocación poética en una breve composición en La rosa profunda (1975) titulada –como a menudo gusta hacer a Borges recurriendo a las citas bíblicas– Génesis IV,8: “Fue en el primer desierto. Dos brazos arrojaron una gran piedra. No hubo un grito. Hubo sangre. Hubo por vez primera la muerte. Ya no recuerdo su fui Abel o Caín”. Junto a ésta se debe, en cambio, colocar la relectura más amplia de esta escena bíblica en el Elogio de la sombra (1969) donde los dos hermanos se encuentran de nuevo después de la muerte de Abel en una atmósfera de corte escatológico, incluso si la escena es ambientada en el