Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 95
Responsabilidad Social
nidad, los medios de comunicación, sus
clientes o usuarios, las autoridades y, desde luego,con sus propios empleados. Todos estos –y muchos otros– grupos clave pueden generar un impacto negativo
o positivo en los objetivos. Llevado a
una organización social o comunitaria, el
esquema no es muy distinto. ¿Bastan la
misión y los principios, la buena voluntad y los recursos, las acciones y el público objeto de las mismas, el espacio físico
y el tiempo? No siempre.
De este modo, la comunicación debería ser vista como un proceso de múltiples variables que integra intereses y
opiniones distintos, en la búsqueda del
consenso. Un buen primer paso es aceptar que, como señalaba una reciente campaña por la integración e inclusión en la
Ciudad de Buenos Aires, “todos somos
igual de diferentes”.
De lo que se trata es de comprender
que en el camino de la sostenibilidad cobra especial importancia el principio de
las Ciencias de la Comunicación que expresa que los roles del emisor y del receptor deben alternarse. Y “militantemente”, si se pretende alcanzar el éxito.
Parece simple, pero la mayoría de los
procesos de comunicación fracasan por
pecado de sordera actitudinal. Y algo de
soberbia organizacional, que asume que
todos piensan, sienten o desean como
quien toma las decisiones y “emite”. En
cambio, ganaremos eficacia si aplicamos
a nuestra planificación de los mensajes el
proverbio alemán que dice que “la carnada le debe gustar al pez y no al pescador”. Una expresión menos académica, pero en definitiva similar, que la que
propone la teoría de pensar de afuera hacia
adentro y no al revés.
Jonathan Haidt, prestigioso psicólogo social norteamericano y profesor de
Liderazgo Ético en la Escuela de Negocios de la Universidad de Nueva York,
ha venido estudiando desde hace décadas la cuestión moral y las divisiones entre los grupos humanos. En 2012 escribió “Una mente Virtuosa - Por qué la
gente buena está dividida por la política
y la religión” (The Righteous Mind - Why
Good People are Divided by Politics and
Religion).
Además de la provocativa incitación a ir contra las normas de la etiqueta que dicen que no se debe conversar
sobre estos dos temas en reuniones sociales, Haidt explica que el uso del adjetivo “virtuoso” en lugar de “moral” en
el título de su libro deviene de su intención de demostrar que ambos términos,
en su visión, no significan exactamente
lo mismo. Que la naturaleza humana no
sería solo intrínsecamente moral, sino
que también tiene espacio para ser sentenciosa, prejuiciosa y para actuar desde
cierta estrechez moralista si de defender
su posición o creencias se trata.
“Nuestras mentes virtuosas han hecho posible para los seres humanos –a
diferencia de los animales– el generar
grandes grupos de cooperación, tribus,
naciones, sin necesidad de parentesco o
afinidad concreta. Pero al mismo tiempo, nuestras mentes virtuosas garantizan
que nuestros grupos siempre estarán
atravesados por algún conflicto
de orden moral”, expresa.
Argumenta con varios principios y algunas metáforas. Lo básico en su propuesta
es que primero vienen las intuiciones y
luego el razonamiento estratégico: “las
intuiciones morales
aparecen casi instantáneamente, mucho antes de que el
razonamiento ético
tenga siquiera opor-
La naturaleza humana
no sería solo
intrínsecamente
moral, sino que
también tiene espacio
para ser sentenciosa,
prejuiciosa y para
actuar desde cierta
estrechez moralista
si de defender
su posición o
creencias se trata.
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