Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 67

Crisis ética y economía actividad económica como el modo de articulación de esas dos dimensiones, desde el empeño por gestionar recursos escasos, susceptibles de usos alternativos, documentado en la cooperación productora y la distribución para el consumo de los bienes producidos, tal vez comprendamos que la relación entre la actividad económica y la moralidad es más clara de lo que a primera vista parece. En efecto, con mayor o menor intensidad, siempre ha estado presente la idea general de que existe una mutua relación y una influencia recíproca entre la dimensión ética y la vertiente económica de la vida humana. No está de más recordar, abundando en ello, el hecho cierto de que la Economía científica nació y se desarrolló, en buena medida, al calor de las reflexiones éticas y que sólo muy recientemente se independizó de la matriz teórica que en sus orígenes le aportó la racionalidad filosófico-moral. Este hecho -que la Ciencia Económica nació prohijada por filósofos y moralistas- es incuestionable. Por sólo citar algunos nombres de los más conspicuos pensadores, que unieron la investigación económica a la reflexión ética (y viceversa), hagamos mención de los siguientes: Aristóteles, Santo Tomás, los representantes de la “Escuela de Salamanca”, Spinoza, Mandeville, Adam Smith, el propio Karl Marx, etc. Ahora bien, el eterno problema con el que se enfrentaron todos los “filósofos-economistas”, si cabe, más agudamente sentido en nuestros días, fue el de vertebrar coherentemente lo ético y lo económico, rescatando, de alguna forma, la antigua unidad de la filosofía práctica, es decir, la vinculación de ética, política y economía. Por ello, no hay que magnificar el discurso económico; ni mucho menos pretender que la actividad económica sea inmune a la dimensión ética de la vida social. Ética y Economía, como decimos, no son compartimentos estancos, sino que, por el contrario, cada vez se ve como más urgente un sólido trabajo doctrinal que establezca las claves adecuadas que permitan incorporar como parte de la teoría económica los referentes éticos, en ella operantes. La ciencia económica no puede desentenderse de la dimensión ética de la vida social, so pena de verse enclaustrada en un modelo simplificador en exceso de la realidad que pretende describir. Dicho de otra manera, si bien es posible construir un paradigma económico que deje fuera de consideración a la ética, desde unos planteamientos clásicos o neoclásicos (piénsese en el caso de Mandeville y su fábula de las abejas), la actual complejidad del análisis y la obsolescencia de aquellos modelos, moneda corriente entre los economistas de uno y otro signo, demandan la construcción de nuevos modelos, más fieles a la realidad y que, entre otras cosas, habrán de hacerse cargo del “momento ético” como parte integrante de la actividad económica, que pretenden interpretar desde la teoría. Por consiguiente, no cabe duda, se trata de una ciencia plurivalente y dúctil, que admite diversas opciones. En definitiva el “fin” deseable queda extramuros de su parcela científica y pasa a ser considerado como propio de la, a veces, denominada Economía normativa, que nos emplaza en los dominios de la práctica política y de la reflexión ética. Porque la Ética pretende ser una reflexión acerca de los fines humanos y una orientadora de la praxis. La actual complejidad del análisis y la obsolescencia de aquellos modelos, moneda corriente entre los economistas de uno y otro signo, demandan la construcción de nuevos modelos, más fieles a la realidad y que, entre otras cosas, habrán de hacerse cargo del “momento ético” como parte integrante de la actividad económica. FORO •85