Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 29
Diálogo Intercultural
ta. El, inmediatamente, nombró a Conrad. Le dijeron que otra vez lo había propuesto a Platón, que había inventado a
Sócrates. Borges se rió y dijo que, evidentemente, aquel día había estado más
ingenioso. Le recordaron que también
había citado a los evangelios. Borges replicó que ahora estaba hablando en serio5. También en el segundo volumen
de conversaciones con Osvaldo Ferrari,
charlando acerca de algunos comentarios de Nietzsche referidos al cristianismo, Borges dijo: Todo eso parece tan acartonado y tan viejo comparado con los evangelios,
que son contemporáneos, o mejor dicho, futuros
todavía6.
No carecen de importancia consideraciones así en un autor que ha dejado
escrito: ...un problema estético no planteado
hasta ahora: ¿Puede un autor crear personajes superiores a él? Yo respondería que no y en
esa negación abarcaría lo intelectual y lo moral.
Pienso que de nosotros no saldrán criaturas más
lúcidas o más nobles que nuestros mejores momentos7. ¿Qué pensaría, pues, íntimamente Borges acerca del Evangelio? Allí el
personaje es Cristo, el más extraño de los
hombres, el mayor de los maestros orales, la figura más vívida de la memoria humana; nadie
como él ha gobernado, y sigue gobernando, el
curso de la historia.8
Además, otra cosa que no se puede
pasar por alto en la obra de Borges, quizás lo más importante en lo que hace a
las referencias a Jesús, es que la imagen
central es la del Crucificado: pendí de una
cruz; Cristo que se muere en el madero; la agonía de Jesús; muriendo en lo alto como Jesús; en
un atardecer muere un judío crucificado por los
negros clavos; y la agonía del crucificado; pero
después la sangre del martirio, el escarnio, los
clavos y el madero.9
Estas son menciones al pasar; hay
poemas completos. Por ejemplo: Lucas
XXIII10, que ocurre toda en el momento
de la crucifixión y que trata de imaginar
y recuperar el diálogo del Buen Ladrón
con Jesús. Es bellísima. Decididamente,
el ícono de Borges acerca de Jesús es Cristo en la cruz. Y quizás no sea casual: es
el momento y el lugar en el que la Palabra se hace Silencio.
No es casual tampoco, entonces, que
el poema final dedicado por Borges a Jesús se llame, ineludiblemente, Cristo en
la cruz11. Está en Los conjurados, su último libro (1985), y esto no puede pasarse por alto. Borges era obsesivo hasta la
incomodidad en la corrección, revisión
y organización de su obra (recordemos
que revisó él mismo algunas traducciones, que excluyó dos libros enteros de
sus obras completas…). ¿Puede, pues,
no ser significativo que Cristo en la cruz
sea el primer poema de Los Conjurados?
Quiero señalar algún procedimiento en este poema, capital en la obra
de Borges, que ha sido comentado desde perspectivas muy distintas.
El poema es muy bello y
está sostenido sobre un pro-
5
Borges el memorioso. Jorge Luis Borges. Entrevistas de Antonio Carrizo.
Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 1982. p.82.
6
Libro de Diálogos. Jorge Luis Borges. Entrevistas de Osvaldo Ferrari. Editorial Sudamericana.
Buenos Aires. 1986. p.13.
7
OC.I, p.748.
8
Respectivamente: Obras Completas, volumen II (OC.II). p.471; OC.I, 714; las dos últimas citas, en Biblioteca personal (prólogos). Jorge Luis Borges. Alianza Editorial. Buenos Aires. 1988, p.11.
9
No se puede pasar
por alto en la obra
de Borges, quizás
lo más importante
en lo que hace a las
referencias a Jesús,
que la imagen central
es la del Crucificado.
Respectivamente: OP. 314, 196, 499, 98, 456, 332, 209.
10
OP. 151-152.
11
OC.II, p.457.
FORO
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