Revista EntreClases Mayo 2018 | Page 83

UN CAMPO DE AMAPOLAS

Mi nombre es Carlos Salazar, antiguo marqués de Montealbán, y digo antiguo porque estoy muerto. Os vengo a contar una historia, la historia de un amor creado entorno a una flor: la amapola.

Era el principio de la primavera de 1957. Tenía 20 años y viva con mi tío, Manuel Salazar y marqués de Montealbán, en un pueblo de Extremadura, Salvaleón. Mi padre murió de una neumonía cuando yo todavía no había nacido y mi madre murió dándome a luz. Mi única familia cercana era mi tío. Lolo, como le gustaba que le llamara, me acogió sin pensárselo. No tuvo esposa ni hijos por lo que el marquesado lo heredé yo. Él se dedicaba a la cría y venta de caballos Pura Raza española y a mi me encantaban los caballos. Quería ser jockey. Me encantaba la sensación que me producía correr los más rápido que el animal pudiera. Mi tío era un hombre serio, de pocas palabras y se le podía reconocer fácilmente, ya que siempre le acompañaba una nube de humo de su tabaco preferido.

Bueno, que me desvío del tema. Como ya he dicho, era la primavera del `57 y mi tío cumplía años el 5 de abril por lo que, lo celebró como tantos otros años. Pero ese año iba a ser diferente.

Lolo invitó a todo el pueblo a su palacete, en la finca “Espuelas” y como no iba a invitar a su candidata preferida a ostentar el titulo de ser mi esposa, Carmen Santacruz. Pero esa noche Carmen no vino sola. Entró en el salón con una muchacha de ojos color miel, pelo rizado y moreno, y unos labios color rojo, a juego con su vestido, que me dejaron sin aliento. Me miré frente al espejo. Mi pelo estaba perfectamente engominado y castaño como siempre y el traje que mi tío me había comprado ese fin de semana estaba impoluto.

Decidí acercarme a pedirle bailar:

-Hola Carmen. Ya veo que no vienes sola esta vez.

-No...-respondió ruborizada y con una mirada complice a su acompañante- es mi prima Sofía. Ha venido desde la capital a visitarme. Le han dado vacaciones el la universidad, ¿sabes?, estudia Derecho. ¡Va a ser abogada!

-Pues si a la dama no le importa, quisiera pedirle un baile.- tendí mi mano esperando una respuesta, y ella aceptó.

La llevé al centro del salón, comenzamos a bailar y habló:

-Toda esta fiesta parece sacada de un libro de cuentos de hadas. Está todo precioso y las flores que decoran el salón son maravillosas. Y tu pareces un príncipe de ojos grises.

-En realidad son azules pero los tengo demasiado claros para apreciar el color con luz artificial.