Revista EntreClases Febrero 2018 | Page 7

Cómo cambió mi vida:

soy voluntario

Todo comenzó un sábado de verano. Dos amigos y yo teníamos pensado ir a la perrera para conocer a los perros que allí se encontraban. Siempre había sido amante de los animales, pero nunca de la manera que los amo ahora.

Cuando llegamos allí, estaba solo el trabajador de la perrera. Me impresionó la imagen de tantas caras tristes, ladrando con todas sus fuerzas, deseando salir de aquellas rejas que me recordaban a las de las cárceles de las películas. En ese momento supe que allí estaban los que me necesitaban y que no sería solo un día el que iría allí.

Recuerdo perfectamente el primer perro que paseé. Mis amigos y yo sacamos tres perritos: uno mezcla de yorkshire, muy cariñoso y bonito; otro pequeño de color blanco y marrón y también muy simpático; y por último, quien me enamoró con esa mirada miedosa, mi pequeño Tevi.

Tevi era un podenco muy pequeño, que encontraron abandonado cerca de Tevisa, de ahí su nombre. Tenía tanto miedo, que si lo mirabas fijamente o si lo cogías en brazos se orinaba encima.

Volví del paseo y encontré allí a los primeros voluntarios que conocí. Les pregunté en qué podíamos ayudar. Me respondieron que tenían que darles un preparado de arroz o pasta con latas de comida para perros. A ellos les encanta, y nosotros, que solo miramos por su felicidad, tratamos de complacerles.

Volví del paseo y encontré allí a los primeros voluntarios que conocí. Les pregunté en qué podíamos ayudar.

Me respondieron que tenían que darles un preparado de arroz o pasta con latas de comida para perros. A ellos les encanta, y nosotros, que solo miramos por su felicidad, tratamos de complacerles.

Cuando cerró la perrera, mis amigos y yo volvimos a casa, pero yo no podía pensar en otra cosa más que en aquellos animales, a los que ya había cogido un enorme cariño.

Todos los días que podía iba allí, y me venía a casa feliz, porque los había ayudado. Así es como pasé a formar parte del Batallón Perruno.

El Batallón Perruno es un grupo de voluntarios cuya función es ayudar a los perros que se encuentran en el Centro Zoosanitario, llevado por el Ayuntamiento de Mérida.

Nuestras funciones son de lo más variadas: paseamos a los peludos, tramitamos adopciones y acogidas, les complementamos su dieta con el preparado que antes mencioné, los llevamos al veterinario cuando lo necesitan, rescatamos de la calle a perros que han sido abandonados por sus dueños, e incluso los hacemos llegar mediante viajes solidarios o por nosotros mismos a sus futuras familias fuera de la ciudad de Mérida.

Cada día nos esperan casos de todos los tipos. Unos marcan de manera negativa, como el de Fénix. Era un husky siberiano rescatado de una casa, donde lo tenían en una bañera rodeado de sus propias heces y su orina.

Estaba lleno de larvas y apenas podía ponerse en pie. Lo sacamos de ese infierno, lo ingresamos en la clínica veterinaria. Fénix tenía una mancha en el cerebro, algo que era irrecuperable.