Revista EntreClases Enero 2019 | Page 4

A menudo recuerdo mi último año en el instituto y lo hago con alegría y ciertos aires de nostalgia, pues aunque se tratara del año más temido por la mayoría de estudiantes, lo cierto es que para mí fue el mejor. Y lo fue por una serie de factores. Para empezar noté un cambio en mi manera de ver los estudios, apareció en mí, casi de repente, una pequeña llama que activaba mi pensamiento crítico, y esto me llevó a cuestionármelo todo, entre otros aspectos, mi futuro. Llegué a segundo de bachiller con la idea de que estudiaría una de las modalidades de ingeniería informática, sin embargo, gracias a este desarrollo repentino me imaginé como sería mi vida, tanto estudiantil como a posteriori, si eligiera esa carrera, la cual no tenía realmente claro si en su momento la elegí porque me sentía atraído realmente por esa materia o simplemente porque no dejaban de aparecer noticias del nivel tan bajo de paro que tenía y tiene dicho oficio, y lo cierto es que no me dejaban de llegar imágenes a la cabeza de las horas que pasaría sentado delante de un ordenador, así que finalmente decidí que estudiaría arte dramático.

Fue una elección complicada, es cierto, y reconozco que en este tipo de decisiones el entorno, familia y amigos sobre todo, juega un papel muy importante. En mi caso no fue muy difícil hacer ver a los que me rodeaban que no era una decisión que había tomado a la ligera y que si me embarcaba en esa faena sería para llegar hasta lo más hondo, sin embargo tuve que dar explicaciones, que no fueron pocas, y convencer de que sería el camino correcto en ese momento, lo cual no suele pasar a la hora de elegir otras carreras o al menos no ocurre tan a menudo. Por otro lado, me encontraba a inicios del mes de febrero, a cinco meses de acabar el curso, y ya estaba convencido de cual sería el camino que tomaría para el año siguiente, lo cual me hacía ser uno de los pocos afortunados. Esto me permitió tomarme con más calma lo que quedaba de año, puesto que no necesitaba nota alguna dado que en estos estudios el acceso se rige por unas pruebas ajenas al bachillerato y la PAU, y para mi sorpresa mis notas subieron, no había presión pero había una motivación por aprobar todas las asignaturas en la primera convocatoria para centrarme cuanto antes en la que ya era mi verdadera aspiración.

Salí de bachillerato decidido a hacer las pruebas de acceso para arte dramático, no sin antes pasar por la PAU, por ese miedo al fracaso.

Decisiones de cara a un futuro artístico por Mario Fernández Boraita