Desde ese día nuestra relación cambió: hablábamos más seguido, hacíamos trabajos juntos, si me faltaba plata para comprar la factura vos me la dabas sin esperar que yo te la devolviera. Comenzamos a pelearnos, nunca de mala manera, siempre con diversión. Si me veías triste, te sentabas a mi lado preguntándome “¿Por qué esa cara? ¿Mili? ¿Mili? ¿MILI!!!!! Hasta que terminaba contándote todo.
El día que terminamos tercer año queríamos que nos toque juntos el año próximo. Así fue. En cuarto año nos hicimos amigos. Nunca se te iba a escapar algo de lo que te contara. Eras mi confidente.
Casi a mitad de año, todos estábamos emocionados porque íbamos a pasar a quinto. Te regalaron un celular muy lindo. Estabas muy contento y emocionadísimo por ese regalo. Me lo prestaste cinco minutos y te lo llené de fotos.
Terminamos cuarto, y en broma nos decíamos que no queríamos estar juntos en el mismo curso. Fuimos a rendir, te faltaba una materia para pasar a quinto (al igual que a mí) Recuerdo que estábamos tan nerviosos, aprobar lengua y pasar a quinto. APROBAMOS. Lo recuerdo clarito, felices por nuestro triunfo nos abrazábamos y casi que llorábamos. Ya éramos promoción 2016.
Sofía Ruiz
Espero que donde estés puedas perdonarnos por no haberte valorado antes; y no lo digo porque ya no estés, sino porque en realidad te lo merecías. Como dijo el sacerdote en la iglesia “las personas venimos al mundo con una misión, algunas personas tenemos una misión más corta y otras, más larga”. La tuya fue muy corta, demasiado creo yo, pero eso no quiere decir que menos importante, sino lo contrario. Tu partida me dejó una enseñanza: tenemos que valorar mucho más a las personas que tenemos, ser más compañeros, pacientes y respetuosos. Esa paciencia y respeto que tanto te caracterizaban.