Revista Elevación. La revista de la EESO N° 418 - Ceres Numero 1- De manera digital - Año 2016 - Ceres | Page 24

No pude contestar, igual no sabría qué decir. Como era obvio que el iría al día siguiente, fui a la plaza. Él estaba ahí, no sé qué esperaba o que le diría yo. Solo me senté y dije “¿cómo está tu gato?” (Lo más idiota posible), él me contestó que bien. Hubo unos cinco minutos de silencio incómodo y luego me preguntó por lo que me dijo. Le dije que simplemente no entendía cómo podía gustarle lo suficiente como para que llegase al punto de venir diariamente a esperarme, obviamente también le dije que me parecía lindo pero que ni siquiera lo conocía. El enseguida dijo: “pero me podes conocer, te voy a dar mi numero para que me hables cuando me quieras ver. Pero, te aviso que voy a seguir esperándote si es que decís que no.” Me pareció muy tierno que alguien sea tan detallista como para hacer eso, así que tomé su número y él el mío. Comenzamos a hablar muy seguido, nos veíamos como dos veces a la semana, en la misma plaza, y yo comencé a sentir algo por él. Nunca pensé en ser su “novia oficial”, solo éramos personas que se gustaban y se veían, claro que no tenía ni idea de lo que él pensaba o sentía. Por diciembre llegaron las vacaciones de verano, yo tuve que irme con mi familia, a Brasil. Quedamos en vernos cuando yo llegara (el 23 de diciembre). Brasil era hermoso, a pesar de ir con mi familia y no con mis amigos, me divertía mucho. Hablaba con Mateo por mensajes, no llamaba porque era caro llamar a otro país. Todos los días despertaba con un mensaje de él, era un amor. Ya era diciembre 20 y algo raro pasó, me levanté y no tenía un mensaje suyo. Pensé que simplemente se había dormido. Pero no escribió en todo el día, ni los siguientes. Había un conjunto de cosas que podrían haber pasado, pensé en la más común, su teléfono debía estar roto. Llego el día de ir a casa, en el viaje de vuelta iba pensando que habría pasado. ¿Por qué no me hablaba? Como llegamos a la madrugada, esperé hasta las cuatro para ir a la plaza a ver a Mateo (le dije que nos veríamos a esa hora). Cuando fui él no estaba ahí, no había nadie. Me senté (por ahí se retrasó, pensé), luego de unos minutos un desconocido se sentó a mi lado, me pregunto si yo era Lorena Thales, obvio dije que sí, el me contesto: “Soy el mejor amigo de Mateo, Andrés. Lamento decir esto, pero el murió en un accidente hace unos días. En su lecho de muerte dijo que viniera a contarte esto y a decirte que en serio te amaba”. En ese momento pude sentir como se rompía mi corazón, me largué a llorar desconsoladamente. Andrés estaba callado al lado mío.