Revista El Balcón: Cuestión de género V. 4 | Page 45

La historia de mi país puede demostrarle a cualquier actor que el teatro real es el enfrentamiento a muerte de la gente que ocupa los guiones ficticios de la política, encarnándolos en su piel; a cualquier pintor que el único color realmente importante para el hombre es el rojo de su sangre manchando la tierra de la que viene; a cualquier escritor que la guerra es el único tema que realmente hace arder el corazón de los lectores, y a cada músico que la armonía verdadera está en los gritos que resuenan en el campo, en el sonido orquestado de las balas atravesando la carne y en el silencio que dejan las voces de los desaparecidos.

Así, le pregunto a cada artista ¿no es acaso esta la forma más sublime del

arte: la exacerbada humanidad destruyéndose viva en sus pasiones más bajas? ¿no es romántico pensar en cómo vivimos para darle múltiples y creativos orígenes a la muerte? Es imperativo entonces que los artistas utilicen esa sensibilidad de la que se ufanan para comprender el arte de las artes: la inmortal y contagiosa guerra.

Deben entender que su difícil condición en la sociedad es producto de sus ideas desviadas. ¿Qué sucedería si los artistas se juntaran, sin excepción alguna, al poder? Ciertamente verían por primera vez el beneficio

La muerte del arte

eliminaría también la frustración espiritual que representa su creación y de esta forma se aceleraría nuestro proyecto humano.