MEDIO AMBIENTE Y POSCONFLICTO: UNA PAZ SIN RESOLVER
Juan Felipe León
A lo largo de la historia de la humanidad gran parte de los conflictos armados se ha presentado en regiones de alta biodiversidad y valor ecológico. El caso de Colombia no ha sido la excepción. Hoy el país cuenta con zonas de muy alto grado de conservación debido a los eventos del conflicto armado que se presentaron durante las últimas décadas. Las guerrillas tomaban el control del bosque y hacían de éste su hábitat, dado que entre más densa era la entrada al bosque menor probabilidad tenían de ser detectados.
Con la firma de los acuerdos de paz, estos lugares desconocidos para la gran mayoría están ahora disponibles lo cual es una buena noticia para la ciencia, que con las recientes expediciones biológicas pretenden documentar la gran diversidad de fauna y flora que albergan estas áreas en tan buen estado. Por su parte, los resultados de estas investigaciones son más que prometedores y están probando una vez más que nuestro territorio está lleno de maravillas que vale la pena conocer y conservar.
Aunque hasta este punto la historia podría ser favorable para la naturaleza, la realidad presenta otro tipo de escenarios. No solo los científicos están accediendo a estos terrenos, sino que la ausencia del conflicto permite la entrada a varios sectores de la población. Desde campesinos hasta multinacionales cualquier grupo humano puede aspirar a tomar parte de los recursos que allí se encuentran. Esta situación ha venido cobrando fuerza actualmente, lo cual se evidencia en los informes de alertas tempranas de deforestación publicados por el IDEAM. En ellos se observa el gran incremento de esta problemática durante los años de posconflicto en relación con los anteriores: se estipula una cifra de casi 220 mil hectáreas de bosque perdidas en el 2017 (un 23% más que en el 2016). La mayor parte de las deforestaciones tienen lugar en la Amazonía colombiana en departamentos como Caquetá y Meta‒ en donde la colonización